lunes, 24 de marzo de 2014

Y A MÍ ¿QUIEN ME REPRESENTA?

Tengo muy claro que ninguno de los partidos políticos que pueden alcanzar el poder en España (partido A y partido B) me representa. De las opciones partidistas presentes actualmente en el parlamento, quizá sólo uno podría hacerlo, pero sus opciones de llegar a formar parte de un gobierno son tan escasas que esa quasi o pseudorepresentación no me vale de nada. Y creo que hay muchísimas personas en mis mismas circunstancias. La solución puede estar en que, de una puñetera vez, todos los que estamos en esa situación nos decidamos a cambiarla democráticamente. ¿Cómo? Apoyando a alguna fuerza política que pueda representar a la clase media (exprimida hasta ser casi "clase cuarto y mitad") para que al menos, si no puede llegar por sí sola al poder, actúe de freno y contrapeso entre las dictaduras de los partidos A y B. ¿Cual puede ser esa fuerza? La pista ya la he dado: a lo mejor está ya en el parlamento.
Hay también muchas otras personas que tampoco se sienten representadas y que nunca se van a sentir representadas por ninguna fuerza política existente a día de hoy, ni seguramente en el futuro. La diferencia entre unos y otros es que estos últimos quieren representarse a si mismos y por las bravas, con lo cual a mí nunca me van a representar.
Decenas de miles de personas (varios trillones según los convocantes) participaron el pasado sábado en la Marcha por la Dignidad que, al final acabó no siéndolo. Digna, me refiero.
No se sienten representados, como yo, pero yo no me siento, ni mucho menos, representado por ellos. Pancartas varias, letreros y carteles, alguno de ellos graciosos, banderas de los sindicatos (UGT, CGT, CNT, CCOO,...), banderas y pancartas de partidos (IU, EQUO...) y banderas, muchísimas banderas tricolores de  esas que se inventó la II república española. La única bandera española que apareció en la manifestación fue la megabandera que Federico Trillo mandó colocar en la Plaza de Colón de Madrid cuando era Ministro de defensa. Yo también soy republicano y no hago mía la bandera tricolor.
Muchas personas en contra de un sistema que da de vivir a muchísimos de los manifestantes. ¿De qué si no, sino del sistema, viven los partidos políticos y los sindicatos que se manifestaban?. ¿A quien quieren engañar?.
Es cierto que el sistema, salvo para los que están integrados en él con todas las consecuencias, no funciona. El agotamiento se hace patente día a día, pero no se va a cambiar apedreando a la polícía y cometiendo toda clase de actos vandálicos en la ciudad de siempre (Inciso: más de 7.000 manifestaciones en Madrid el año pasado, es decir, unas 20 diarias. Eso no hay ciudad, ni población que lo aguante). Porque los gastos que originan los pagamos los de siempre y entre esos los de siempre están algunos de los que se manifestaban. Dignidad (y mejor sueldo) reclaman también los policías que siempre acaban recibiendo y que son siempre criticados hagan lo que hagan. Y si tan dignos creen ser los que se manifiestan podrían ir de vez en cuando a la sede del partido A, antes PSOE, porque ellos tienen también muchísima culpa de que no nos representen.

"Cada vez tengo menos claro si soy de los nuestros". Así decía un tuit que circulaba tras la batalla campal del sábado en el centro de la capital. Y mucha gente se abonó a él. Muchos, incluso de los que acudieron a la marcha se han sentido identificados y como dice Lorenzo Silva :

"Es posible, en esta España convulsa, precarizada, fracturada y deshilachada, que quien lanza al éter electrónico la frase y quien al otro lado la recoge como suya sean personas situadas en posiciones ideológicas opuestas. Es perfectamente concebible que alguien de orientación conservadora experimente horror ante el tic autoritario e intolerante que cada vez más adquieren las manifestaciones de muchos de los suyos. Es igualmente plausible que alguien que se considere progresista observe con espanto a quienes so pretexto de izquierdismo lanzan consignas a favor de terroristas y tiranos o arrasan el mobiliario urbano cuyos restos tendrán que recoger unos trabajadores y se repondrán con cargo a los impuestos que en su mayor parte, en España como en tantos lugares del mundo, pagan los trabajadores".

Os adjunto un editorial periodístico que, con matizaciones, podría resumir lo que pienso sobre esta marcha y sobre los movimientos que la convocaron:

LAS DENOMINADAS Marchas de la Dignidad, organizadas por colectivos de izquierdas, el 15-M y los principales sindicatos, confluyeron ayer en Madrid en una gran manifestación que pretendía exhibir el malestar de muchos españoles tras seis años de crisis y recortes. Es lógico y comprensible que una gran parte de la población esté contrariada por las dificultades que sufre, y particularmente los jóvenes, pues en ellos se ceba el paro. Los ciudadanos están en su derecho de salir a la calle a protestar.
Dicho lo cual, discrepamos de las propuestas que secundan los manifestantes como remedio a los problemas del país. Abogan por que no se pague la deuda e instan a la movilización «contra un sistema, un régimen y unos gobiernos que nos agreden y no nos representan». No es realista decir que no se pague la deuda. España es un país que, afortunadamente, está incardinado en la Unión Europea y en los principales organismos internacionales, y no podría, aunque quisiera, desligarse de ellos y de los compromisos adquiridos. Pero es que, en el hipotético caso de que intentase ir por libre, pasaría a ser un país apestado, donde nadie invertiría un euro, quedando condenado al ostracismo y la miseria.
Llama la atención que sindicatos como UGT y CCOO se pongan bajo la pancarta de mensajes antisistema, cuando cobran de los Presupuestos Generales del Estado y participan, lógicamente, de las conversaciones con el resto de los agentes sociales. Pero, visto que en Cataluña apoyan el denominado «derecho a decidir» y la movilización de la escuela a favor del referéndum, quizás no sorprenda tanto. Por otra parte, dado que en la marcha también hubo consignas contra la corrupción, UGT perdió una ocasión para explicar qué ha sido de su gestión en los ERE fraudulentos y del desvío de los fondos de formación.
Es significativo también que entre los manifestantes hubiera multitud de banderas republicanas y ni una sola constitucional, en lo que significa un respaldo implícito a un cambio de régimen que no es, desde luego, ni una emergencia nacional ni un clamor entre los españoles. Mezclar las reivindicaciones por la crisis con aspiraciones republicanas es una forma de desenfocar el problema y de politizarlo en extremo. Aunque es posible que esa fuera la voluntad de muchos de los manifestantes, que incluyeron entre sus proclamas la de que el PP debe irse del Gobierno. Se trata de una actitud muy poco democrática. Rajoy ganó las elecciones hace sólo dos años y medio con el respaldo de casi 11 millones de españoles. Son las urnas las que deberán decir si los ciudadanos le renuevan la confianza. Su legitimidad no se erosiona con protestas. La presencia de Willy Toledo como uno de los cabecillas de la marcha contribuye aún más a restarle credibilidad. El actor vive autoexiliado en Cuba, país que brilla por la ausencia de respeto a los derechos humanos.
Si bien la manifestación transcurrió casi todo el tiempo con normalidad, quedó empañada al final por la actitud de grupos violentos que se enfrentaron a los agentes, provocando decenas de heridos.

Manifestaciones como la de ayer pueden servir para expresar el enfado, comprensible, de la calle, pero están condenadas al fracaso cuando sus exigencias son imposibles de asumir y sus posiciones absolutamente radicales y minoritarias respecto de la mayoría social del país.
Un joven tira una piedra al término de las marchas por la dignidad que ha convocado a decenas de miles de manifestantes en Madrid. EFECreo que hay vías para cambiar la situación. Creo que entre todos podemos. Creo que no nos tiene que dar miedo intentarlo aunque fracasemos al principio. Creo que no debemos dejar nuestro país en manos de los que ahora lo manejan. Creo que hay que pelear por ello y, de momento, la única arma de la que disponemos es el voto y con él debemos intentar ganar esta batalla. ¡A por ellos!, que al fin y al cabo son pocos y cobardes...

SALUDOS

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