Hay también muchas otras personas que tampoco se sienten representadas y que nunca se van a sentir representadas por ninguna fuerza política existente a día de hoy, ni seguramente en el futuro. La diferencia entre unos y otros es que estos últimos quieren representarse a si mismos y por las bravas, con lo cual a mí nunca me van a representar.
No se sienten representados, como yo, pero yo no me siento, ni mucho menos, representado por ellos. Pancartas varias, letreros y carteles, alguno de ellos graciosos, banderas de los sindicatos (UGT, CGT, CNT, CCOO,...), banderas y pancartas de partidos (IU, EQUO...) y banderas, muchísimas banderas tricolores de esas que se inventó la II república española. La única bandera española que apareció en la manifestación fue la megabandera que Federico Trillo mandó colocar en la Plaza de Colón de Madrid cuando era Ministro de defensa. Yo también soy republicano y no hago mía la bandera tricolor.
Es cierto que el sistema, salvo para los que están integrados en él con todas las consecuencias, no funciona. El agotamiento se hace patente día a día, pero no se va a cambiar apedreando a la polícía y cometiendo toda clase de actos vandálicos en la ciudad de siempre (Inciso: más de 7.000 manifestaciones en Madrid el año pasado, es decir, unas 20 diarias. Eso no hay ciudad, ni población que lo aguante). Porque los gastos que originan los pagamos los de siempre y entre esos los de siempre están algunos de los que se manifestaban. Dignidad (y mejor sueldo) reclaman también los policías que siempre acaban recibiendo y que son siempre criticados hagan lo que hagan. Y si tan dignos creen ser los que se manifiestan podrían ir de vez en cuando a la sede del partido A, antes PSOE, porque ellos tienen también muchísima culpa de que no nos representen.
"Cada vez tengo menos claro si soy de los
nuestros". Así decía un tuit que circulaba tras la batalla campal del sábado en el centro de la capital. Y mucha gente se abonó a él. Muchos, incluso de los que acudieron a la marcha se han sentido identificados y como dice Lorenzo Silva :
"Es posible, en esta España convulsa, precarizada,
fracturada y deshilachada, que quien lanza al éter electrónico la frase y quien
al otro lado la recoge como suya sean personas situadas en posiciones
ideológicas opuestas. Es perfectamente concebible que alguien de orientación
conservadora experimente horror ante el tic
autoritario e intolerante que cada vez más adquieren las manifestaciones de muchos de los
suyos. Es igualmente plausible que alguien que se considere progresista observe
con espanto a quienes so pretexto de izquierdismo lanzan consignas a favor de
terroristas y tiranos o arrasan el mobiliario urbano cuyos restos tendrán que
recoger unos trabajadores y se repondrán con cargo a los impuestos que en su
mayor parte, en España como en tantos lugares del mundo, pagan los
trabajadores".
Os adjunto un editorial periodístico que, con matizaciones, podría resumir lo que pienso sobre esta marcha y sobre los movimientos que la convocaron:
LAS DENOMINADAS Marchas de la Dignidad, organizadas por colectivos de
izquierdas, el 15-M y los principales sindicatos, confluyeron ayer en Madrid en
una gran manifestación que pretendía exhibir el malestar de muchos españoles
tras seis años de crisis y recortes. Es lógico y comprensible que una gran
parte de la población esté contrariada por las dificultades que sufre, y
particularmente los jóvenes, pues en ellos se ceba el paro. Los ciudadanos
están en su derecho de salir a la calle a protestar.
Dicho lo cual, discrepamos de las propuestas que secundan los manifestantes
como remedio a los problemas del país. Abogan por que no se pague la deuda e
instan a la movilización «contra un sistema, un régimen y unos gobiernos que
nos agreden y no nos representan». No es realista decir que no se pague la
deuda. España es un país que, afortunadamente, está incardinado en la Unión
Europea y en los principales organismos internacionales, y no podría, aunque
quisiera, desligarse de ellos y de los compromisos adquiridos. Pero es que, en
el hipotético caso de que intentase ir por libre, pasaría a ser un país
apestado, donde nadie invertiría un euro, quedando condenado al ostracismo y la
miseria.
Llama la atención que sindicatos como UGT y CCOO se pongan bajo la pancarta
de mensajes antisistema, cuando cobran de los Presupuestos Generales del Estado
y participan, lógicamente, de las conversaciones con el resto de los agentes
sociales. Pero, visto que en Cataluña apoyan el denominado «derecho a decidir»
y la movilización de la escuela a favor del referéndum, quizás no sorprenda
tanto. Por otra parte, dado que en la marcha también hubo consignas contra la
corrupción, UGT perdió una ocasión para explicar qué ha sido de su gestión en
los ERE fraudulentos y del desvío de los fondos de formación.
Si bien la manifestación transcurrió casi todo el tiempo con normalidad,
quedó empañada al final por la actitud de grupos violentos que se enfrentaron a
los agentes, provocando decenas de heridos.
Manifestaciones como la de ayer pueden servir para expresar el enfado,
comprensible, de la calle, pero están condenadas al fracaso cuando sus
exigencias son imposibles de asumir y sus posiciones absolutamente radicales y
minoritarias respecto de la mayoría social del país.

SALUDOS
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