MEJOR CIUDADANOS QUE SÚBDITOS

Apenas un mes después de la fecha clave de la Revolución francesa (marcada por la toma de la Bastilla el 14 de julio de 1789) con la que se puso fin al antiguo régimen basado en una monarquía absoluta y despótica que ejercía un poder omnímodo sobre sus súbditos, la Asamble Nacional Constituyente aprobó, el 26 de agosto, la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano ("Déclaration des droits de l'homme et du citoyen" ). Desde ese mismo momento, y por la influencia de la doctrina de los derechos naturales, los derechos del Hombre, tanto personales como colectivos, se entienden como universales, válidos en todo momento y ocasión por el mero hecho de pertenecer a la naturaleza humana. El súbdito se transformaba, al menos sobre el papel, en ciudadano.
Esta distinción es fundamental porque súbdito es aquél que se halla sujeto a la autoridad de un superior con la obligación de obedecerle, mientras que un ciudadano es un sujeto de derechos políticos que interviene, ejercitándolos, en el gobierno de su país o estado. Ya no se trata, pues, de una total sujección a los caprichos de un monarca (u otro tipo de gobierno) absoluto y de su corte de nobles. La obediencia ciega que se exige al súbdito, so pena de grandes males de todo tipo (prisión, tortura, destierro, muerte...), es sustituida por un reconocimiento de que la autoridad del gobernante no es absoluta y que los gobernados tienen derechos que esa autoridad debe respetar: "liberté, egalité y fraternité", que decían los franceses, además de derecho a la propiedad, a la seguridad y uno muy, muy importante, el derecho a la resistencia a la opresión.
La base es el derecho natural que establece que los hombres nacen y permanecen libres e iguales en cuanto a sus derechos y así se reconoce en el primer artículo de esta Declaración (y de todas las que le siguieron) junto a que las distinciones civiles sólo podrán fundarse en la utilidad pública. La definición de libertad es muy sencilla: la libertad consiste en poder hacer todo aquello que no cause perjuicio a los demás. El ejercicio de los derechos no tiene otros límites que los que garantizan a los demás miembros de la sociedad el disfrute de los mismos derechos. Estos límites sólo pueden ser determinados por la ley, mediante la cual sólo se puede prohibir las acciones perjudiciales a la sociedad, teniendo en cuenta que lo que no está prohibido por la ley no puede ser impedido y que nadie puede verse obligado a aquello que la ley no ordena.
Todo es muy bonito en teoría  pero, de inicio, ya se puede constatar un fallo. Un enorme fallo ya que cuando se habla de derechos del hombre se está hablando, exclusivamente, del hombre sin referirse a la condición de las mujeres o a la esclavitud. No fue hasta 1791 cuando las mujeres entraron, aunque a través de un documento no oficial, en la historia de los derechos humanos. Los esclavos aún hubieron de esperar tres años más (1794) para que su condición de esclavitud fuera, al menos sobre el papel, abolida. En cualquier caso, la Declaración primigenia es la base de todas las que vinieron después y constituye la piedra clave y fundamental sobre la que se ha ido edificando lo que hoy conocemos como Derechos Humanos, tanto a nivel nacional como internacional.
Después de todo esto tan bonito, vamos a lo que nos interesa: ¿fue efectiva la conversión de súbditos o ciudadanos?; ¿podemos considerarnos ciudadanos hoy en día?. La respuesta, que en principio parece muy sencilla, tiene su "intríngulis" (no confundir con "cunnilingus"). ¿Somos lo suficientemente libres e iguales como para considerarnos ciudadanos o, por el contrario, estamos tan constreñidos por la forma actual de hacer política que seguimos siendo súbditos? Si hacemos un examen de las circunstancias políticas de nuestro país (y de tantos otros que se dicen libres y democráticos), yo me inclino porque no podemos considerarnos ciudadanos. Veamos las razones.

Si la libertad consiste en poder hacer todo aquello que no cause perjuicio a los demás, estamos muy lejos de ser libres porque estamos sometidos a tal número de leyes (recordemos que las leyes deberían prohibir exclusivamente las acciones perjudiciales para los demás), decretos, reglamentos y reglas no escritas que nuestra parcela de libertad queda reducida a nuestro hogar. Y tampoco del todo, porque hasta nuestra intimidad quieren que se ajuste a una serie de normas que coartan nuestra vida interior casi tanto como nuestra vida social.
Un ejemplo tonto: hace un tiempo, en el aeropuerto de Madrid, un joven intentaba alquilar un vehículo y se lo negaron en base a que no disponía de tarjeta de crédito aunque se ofrecía a pagarlo en efectivo. ¿Es que es obligatoria? Pues parece ser que sí, con lo cual la libertad de poder pagar los servicios en efectivo, con dinero de curso legal, ya ha sido cercenada. Otro ejemplo: la D.G.T. ya no acepta el pago de multas, ni de tasas, en efectivo y sólo se puede hacer por transferencia o tarjeta. Otro: los bancos establecen el horario de pago, de cobro y de gestiones, así como las comisiones que les sale de los huevos a pesar de que el dinero del que viven es de los clientes. Y el cliente a tragar. Hacienda quiere que todos los trámites de IRPF e IVA se realicen telemáticamente, por cojones, aunque afecten a personas que no saben ni enchufar un ordenador. ¿En qué perjudica a la libertad ajena el que una persona pague o realice sus trámites con la administracion por la vía que quiera?. ¿En qué puede perjudicar a la sociedad otra innumerable serie de actos libres del ser humano que la ley regula o impide? ¡En nada!. Si la sociedad no se ve perjudicada, entonces, ¿para quién es el perjuicio?. Todos lo sabéis y no voy a elaborar una lista extensiva pero, en resumen, podemos decir que a los "capos" de la clase política y económica  que, además, tienen la virtud de ser siempre los mismos. A ellos, investidos de poder por no se sabe bien quién, que se han trocado en la nueva superior autoridad a la que los de a pie tienen la obligación de obedecer si no quieren atenerse a las consecuencias.

El voto es libre, dicen. ¡Y un huevo!. Si fuera libre ya me habría presentado a alguna elección. La libertad se pierde en cuanto lo que votas es un partido político que lleva en sus listas una serie de nombres que al votante le importan tres pitos; cuando no hay democracia interna en las formaciones políticas, como ocurre en la mayoría de los casos; cuando "el que se mueve no sale en la foto"; cuando se ha de comulgar con ruedas de molino para aparecer en una lista cerrada; cuando las opciones políticas que se ofrecen no se corresponden con lo que el votante piensa o con los intereses nacionales del momento; cuando se gobierna exclusivamente con el fin de mantenerse en el poder; cuando al votante sólo se le considera importante cada cuatro años; ....
Todos somos iguales, dicen también. Y quizá por eso, en España, el voto de un soriano vale ¡más de 20 veces más! que el de un madrileño y, sin embargo, el voto de una persona culta, cabal, responsable, lúcida, preocupada por la sociedad y por la política en su acepción más amplia, vale lo mismo que el voto de un "robaperas". Eso es democracia, dicen. Un hombre/mujer un voto y así tenemos lo que tenemos. Por ejemplo, en Andalucía, después de casi cuarenta años de gobierno de los socialistas en la Junta, resulta que ahora la culpa de todos sus males es de Rajoy, que lleva tres años al frente del gobierno de España. Durante esos casi cuarenta años (casi tanto como Franco) el paro no ha disminuido, los subsidios han aumentado, el dinero de subvenciones ha seguido yendo a las manos de los de siempre, la sociedad apenas ha avanzado y, salvo quizá Extremadura, sigue siendo la última comunidad en casi todos los indicadores económicos, salvo en el número de habitantes. Y que no se mosqueen los andaluces porque otras de las comunidades más atrasadas de España, entre las que podría citar a Castilla La Mancha y Extremadura, han padecido los mismos males. Hasta la pasada legislatura no ha habido otro gobierno que el socialista y eso se sigue notando. Podríamos hablar también de Cataluña y CiU, incorporando ahora también a ERC, pero eso es para hacer un monográfico que llegara a este blog en próximas ediciones.
Y no podemos ser iguales cuando en ciertas zonas de nuestro país, una familia de cuatro miembros que trabaja tres meses al año (si llega) cobra durante todo ese año lo mismo que una pareja que se está dejando el lomo a trabajar por un sueldo que no llega a los mil euros. No me extraña que los socialistas sigan ganando allí con una candidata tan manipuladora y mentirosa que ni siquiera es rubia como quiere hacernos creer. Allá ellos, aunque, como en el chiste, no se sabe si es mejor elegir susto o muerte. Con su pan se lo coman.
Es lo de siempre: todos iguales, pero, al final, siempre "unos más iguales que otros".
Hay un chiste racista de un autobús en la América sureña en el que los asientos, ubicados en la parte delantera y con todas las comodidades del mundo estaban destinados a los blancos, mientras que en la parte trasera viajaban los negros, de pie, agolpados, sudorosos. Cuando alguien subía al autobús el conductor recordaba que los blancos viajaban delante y los negros detrás. Un día subió al autobús una persona antisegregacionista y manifestó en voz alta que aquello no debería ser así y que ojalá todos fuéramos verdes. El conductor, sin inmutarse, cambió su advertencia: los verdes claros delante y los verdes oscuros detrás. Así de fácil.
Y si realmente no hay libertad ni igualdad sólo nos quedaría utilizar el derecho a la resistencia a la opresión que, en mi opinión, quiere capitalizar a Podemos. Pero ya ni esto nos queda porque ¿qué es mejor, dejarnos gobernar por "la casta" o acabar como Venezuela (o Cuba, Bolivia, Nicaragua, ...) sometidos a una nueva "casta" en la que un líder supremo, llámese castro, Chávez, Maduro, Morales, Ortega o Kim Jong-un, sigue sometiendo al pueblo bajo dictados comunistas o pseudo comunistas que impiden dar el salto de súbdito a ciudadano? Visto lo visto, entre los dos males prefiero el actual porque, por lo menos, no hay que hacer colas para comprar carne, pan, fruta o condones.
¿Qué nos queda entonces? Pues poca cosa. Proyectos de romper en bipartidismo castizo por el centro, como UPyD han nacido y han tenido, o van a tener, una vida efímera. Otros, como Ciudadanos, parecen estar empezando a arrancar y ya han conseguido 9 escaños en Andalucía con un mordisco importante al PP de esa zona. Por cierto que el PSOE ha obtenido los mismos escaños que tenía reafirmando una vez "que todo cambia para que todo siga igual"  como decía el italiano Giusseppe Lampedusa, autor de "El gatopardo", novela en la que denunciaba el cinismo de la mayoría de los políticos y que fue llevada al cine por Luchino Visconti. Lo único que se ha conseguido es derrotar ampliamente al PP, que ha perdido medio millón de votos y 17 escaños con respecto a las anteriores elecciones de 2012.
Entonces, estos de Ciudadanos ¿qué?. Pues el nombre del partido ya es sugerente y su programa, ecléctico, reune cosas buenas del liberalismo y de la socialdemocracia con lo que, si son un poco serios, pueden encontrar acomodo definitivo en el panorama político español y convertirse en un partido centrado que dé juego a los partidos tradicionales sin exigir tantas contrapartidas como los nacionalistas de PNV y CiU. Pero antes de eso creo necesaria, aunque no suficiente, una total regeneración de la clase política española y de los partidos a través de los cuales se articula la vida política.
¿Propuestas? Muchas. La primera y principal es la renuncia de Rajoy y un cambio profundo en todo su partido, empezando, en cuanto a personas, por la Espe y Cospedal y continuando, en cuanto a la propia organización, por acabar con el nepotismo, el enchufismo, los cobros y pagos "B" y los dedazos para elegir candidatos. Segunda, aunque tan importante como la primera, que el PSOE se defina de una puñetera vez: ¿Pedro, Susana o Chacón? ¿Socialismo puro o socialdemocracia al estilo francés o alemán?. Hay que sentar las bases de qué es lo que quiere este partido y de esclarecer definitivamente quién lo va a pilotar durante los próximos años. Tercera, que Rosa Díez se replantee su negro futuro y, o bien se disuelva sin hacer ruido, o bien se integre con Ciudadanos para conformar el partido que necesita la clase media de este país. Cuarta, que Podemos manifieste de una vez qué es lo que quiere porque no se puede estar continuamente negando evidencias (financiación chavista, ideario comunista, propuestas irrealizables, mentiras para cautivar a los más débiles mentales,...) y cambiando, cada dos por tres de postura. Por ejemplo, la líder de este partido en Andalucía, Teresa Rodriguez, hacía gala el otro día en una entrevista de las continuas contradicciones que anidan en ese partido y en sus dirigentes: "dejé de comer carne porque su consumo es insostenible en términos ambientales. Pero he vuelto". Esta es una demostración bien palpable del argumentario de Podemos, decir una cosa y su contraria sin que se les caiga la cara de vergüenza porque tienen la ventaja de que así siempre acertarán. Su líder negaba hace unos días su distanciamiento con su novia, Tania Sánchez, y hoy he oído por la radio que la relación está ya oficialmenyte rota. Mienten más que hablan y les vendría bien un paseo por los centros de poder para que la ciudadanía se percatara de qué clase de elementos manejan los hilos de ese partido, aunque ello fuera profundamente perjudicial para esa ciudadanía. Quinta, proceder al entierro de lo que quede de IU tras la próximas elecciones de mayo y generales de fin de año.
Sexta, dinamitar los fuertes lazos que unen a la clase dirigente política y económica, reformar la ley electoral (si no quiero que nadie me represente, nadie debe representarme), además de mentalizarnos a ejercer continuamente el derecho a resistirnos a la opresión, limpiar con salfumant a todos esos incompetentes que, por ejemplo, afirman que no quieren ser gobernados desde Cataluña por un tipo llamado Albert (lo dijo Antonio Sanz, el Delegado del Gobierno -PP- en Andalucía) o que, en su intento de desacreditar a los partidos que pueden morderles votantes, insisten en llamar "Siutatans" o "Siudatans" al partido de Albert Rivera (son cosas del impresentable Carlos Floriano, que no es más tonto porque no se entrena, aunque siempre tendrá por delante a Marianico y a la Cospedal, entre otros/as), o que los llaman "naranjitos", con desdén y desprecio (como hizo el portavoz del PP en el congreso, Rafael Hernando). Justicia más dinámica y más cárceles es algo que hace falta y luego, cada uno que vote lo que quiera y si quieren seguir siendo súbditos andaluces en lugar de intentar llegar a ser ciudadanos europeos, ¡allá películas!.

De los griegos, que ahora viven metidos en un pozo de mierda del que, por supuesto, su nuevo gobierno símil de Podemos, no los va a sacar, derivan una serie de palabras importantes para la vida política mundial.
La monocracia es el sistema de gobierno en el que el poder reside en una sola persona. La monarquía es una variación, la más comnocida de este sistema, en la que el poder es ejercido por un príncipe con carácter vitalicio y hereditario, como en España y, más o menos, en Corea del Norte.
La democracia es el sistema político en el que el pueblo interviene en el gobierno del Estado. Se entiende que esa intervención es activa, libre y al alcance de todos y no meramente pasiva como en los referendos de Franco y otros afamados dictadores.
La aristocracia es el gobierno por parte de una clase privilegiada, a veces hereditaria, o que sobresale de las demás por alguna circunstancia, aunque su significado etimológico puro es "gobierno de los mejores" o de los más preparados, algo que nunca se ha dado en ningún gobierno aristocrático (muy escasos) que puede haber existido a lo largo de la historia mundial.
La oclocracia, palabra desconocida por la mayoría de los mortales, es el gobierno de la muchedumbre, de la masa, del gentío, de la plebe, que puede llegar a confundirse con tiranía de la mayoría y acabar siendo una dictadura al surgir un líder que manipula a esta muchedumbre para hacerles creer que en sus manos está el poder, aunque realmente lo detente una oligarquía o un monócrata totalmente despreocupados por el pueblo. Es el ejemplo de lo que está pasando en Venezuela donde el socialismo popular no es tal, sino una dictadura bendecida por las urnas al haber hecho creer al pueblo que su destino y la solución a sus problemas radica en sus propias manos pero que necesitan un líder para poder llegar a ello con éxito.
Aristóteles, que de esto sabía un rato pese a hacer casi 2.400 años que murió, estableció la existencia de tres formas puras de gobierno: Monarquía, Aristocracia y Democracia, que podían degenerar en sus correspondientes formas impuras: Tiranía, Oligarquía y Demagogia. Posteriormente han surgido otras formas de gobierno que han sido calificadas como dictaduras, teocracias, etc.
Teóricamente, en las tres formas puras de gobierno el gobernado es ciudadano (concepto acuñado también por los griegos aunque con otro sentido diferente al actual) mientras que en las formas impuras, por más que quieran vender la moto, el gobernado no es más que súbdito. Pero si tenemos en cuenta que las formas puras son imposibles de alcanzar en sociedades cada vez más grandes, más influidas y mediatizadas por intereses muy diversos, en muchos casos manipuladas por esos grupos de interés, podemos llegar a la conclusión de que el ciudadano, tal como fue definido por los revolucionarios franceses hace más de dos siglos, no existe en el panorama actual.
Podemos ser más o menos libres y más o menos iguales, pero estamos tan constreñidos por los distintos "lobbies" económicos, empresariales, políticos, sociales, que nuestra libertad e igualdad son cada día más ficticias.
Visto esto, nos queda por optar entre otras variables como la anarquía o acracia, vocablos también  procedentes del griego y que, aun no siendo totalmente sinónimos, vienen a  significar ausencia de poder o de orden (caos, en suma). También podemos optar, siguiendo la estela comunista, por la dictadura del proletariado, aunque ya sabemos cómo han acabado estas experiencias (si es que alguna vez se llevaron  a cabo realmente). En fín que, como casi siempre, es peor el remedio que la enfermedad y hemos de optar por la menos mala de las formas de gobierno que ha inventado el hombre que, según Churchill, es la democracia.
Pero hemos de procurar que esa democracia sea tal, que la libertad, igualdad y fraternidad (solidaridad) preconizadas por los guillotinadores franceses tomen cuerpo entre nosotros aunque sin necesidad de derramar tanta sangre (no obstante, hay veces que pienso, como Pérez Reverte, que es una pena que en España no se usara la guillotina en momentos muy concretos de nuestra historia).
En ejercicio de nuestro derecho a resistirnos a la opresión debemos poner nuestro granito de arena para intentar regenerar esta vida política de mierda que, no sólo a nivel nacional, estamos sufriendo en nuestra vida diaria. Por muchas revoluciones y muchos degüellos nunca hemos dejado de ser súbditos de los más poderosos. Éstos han cambiado, pero su modo de proceder no y las "personas normales" debemos intentar implantar una nueva forma de gobierno (la "mesocracia" o gobierno de las clases medias) que es la única que, aunque no esté reconocida, ha dado lugar a avances en todas las épocas de la historia.

Y no debemos confiar en el derecho a la resistencia que intentan imponernos ciertos partidos o movimientos, porque si no, PODEMOS seguir siendo súbditos toda la vida, cambiando únicamente la casta actualmente dominante por un grupo de izquierdosos bolivarianos descerebrados que nos llevarán a la más completa ruina.

A mí no me importa ser gobernado por un catalán que se llame Albert si todos y cada uno de nosotros conseguimos así llegar a ser CIUDADANOS.

SALUDOS