lunes, 24 de marzo de 2014

LOS HONRADOS TAMBIÉN MUEREN

No me había aún repuesto de la muerte de Franco cuando va y se muere Suárez, el mejor presidente del gobierno de la democracia española de todos los tiempos que, la verdad, no han sido muchos.

Los tiempos democráticos en España, en efecto, no han sido muchos pero el número de personas que han ocupado el cargo de presidente del gobierno es casi infinito, aunque con diversos nombres. Ahora viene la clase de historia:
Presidente del Consejo de Ministros de España es el nombre por el que se conoce genéricamente al Jefe de gobierno en España durante la Edad Contemporánea como cabeza del Poder ejecutivo. Durante la Primera República los gobernantes ocuparon el cargo de Presidente del Poder Ejecutivo, por el que se les reconocía como Jefes de estado y de gobierno al mismo tiempo.
Técnicamente los jefes de Gobierno se llamaban Presidentes del Consejo de Ministros desde la aprobación del Estatuto Real de 1834 hasta la Dictadura franquista, luego el nombre cambió a Presidentes del Gobierno, término utilizado actualmente según establece la Constitución de 1978.
Si empezamos a contar desde 1833, fecha considerada como el inicio de la época de Isabel II, con la regencia de su madre María Cristina, tenemos que hasta 1868 en que acabaría este periodo Isabelino, hubo en España, 55 Presidentes, es decir, más de uno por año, alguno tan efímero que duro un sólo día. El bipartidismo ya estaba de moda y la alternancia se producía entre los liberales-progresistas y los moderados-conservadores. Algo que ocurriría durante todo el siglo XIX.
Durante el llamado sexenio democrático (1868-1874) hubo nada menos que 18 presidentes de los que 7 corresponden al periodo de la I República, que duró sólo un año (1873-1874).
En los reinados de Alfonso XII y XIII, (1874-1931) hubo 52 personas que ocuparon el cargo y menos mal que Primo de Rivera lo ocupó dictatorialmente durante siete años, que si no podrían haber sido más de 60.
En la II República (1931-1939) también anduvieron sobrados pues fueron 17 políticos los que ostentaron el cargo, contando, eso sí hasta el final de las hostilidades de la guerra civil en 1939.
Con Franco (1939-1975) hubo básicamente tres: él mismo, Carrero (a la derecha, y nunca mejor dicho) y Arias Navarro, con Fernández Miranda de interino durante unos meses.
Ya en la democracia actual, casi no cabe recordarlos porque los conocemos, pero, por si acaso ahí van: Suárez, Calvo Sotelo (el que siempre se olvida) Felipe González, Aznar, ZP y Marianico Rajoy.
Bueno, pues si no me he equivocado en los 180 años de los que hecho repaso hemos tenido la escandalosa cifra de 152 presidentes de gobierno y sólo han sido esos porque gracias a Franco, que como era gallego, militar y austero lo fue él mismo durante 35 años para no gastar, y por eso no aumentó la lista hasta los 200. En cualquier caso creo que debe ser récord mundial digno de figurar en el Guinness.

Bueno, pues de todos esos individuos que han ostentado el cargo y haciendo honrosas excepciones por su valía personal e incluso política en las personas de, por ejemplo, Maura, Cánovas, Sagasta, Prim, Azaña, y alguno que se me olvida, si hay alguno que merece devoción y respeto es Adolfo Suárez.
Y no porque fuera más listo, ni más leído, ni mejor orador, ni más sabio que ninguno, sino porque tuvo las narices de aceptar una misión  que de antemano sabía iba a ser un suicidio político y la llevó a cabo de la mejor manera posible teniendo en cuenta las circunstancias imperantes, que no eran nada propicias.
La sorpresa saltó con su aparición en la terna para designar a la persona que debería pilotar el cambio político y más sorpresa hubo cuando fue él el designado (bien es cierto que todo el tejemaneje político desarrollado por Torcuato Fernández Miranda en esa dirección fue abrumador y no podía conllevar ningún otro resultado). La tarea se las traía porque se trataba de hacer que un  régimen dictatorial se suicidara y que de entre sus despojos y casi de la nada, con la pertinente ayuda divina, surgiera un gobierno de transición, ampliamente comprometido con la democracia que pusiera las bases para que esa democracia se asentara y durara en España durante un largo periodo (para 40 años vamos y con sólo 6 presidentes, no hay quien nos conozca).
Y Suárez lo consiguió aunque, como se acabaría demostrando, pagó un altísimo precio político por ello. Logró meter en un  mismo barco, al que llamó Transición, a franquistas, democristianos, socialistas, liberales, comunistas, nacionalistas y gente del más allá y con él de capitán y un tripulación muy diversificada (socialdemocratas, decmocratacristianos, liberales, progresistas, regionalistas, foralistas,...) conocida como UCD (en principio coalición política y posteriormente partido político) salió de puerto dictatorial y llegó a puerto democrático, aunque no sin dificultades y penurias en la travesía.
Los principales obstáculos venían de su propia trupulación: UCD era una mezcla de 16 partidos, todos ellos parecidos pero distintos, cada uno con su jefe y sus propias expectativas políticas y todos con ganas de figurar y ser el primero entre todos. Muchos gallos en el corral. Suárez era el capitán, pero había muchos segundos oficiales y contramaestres que aspiraban al cargo: Garrigues, Clavero, Alvarez de Miranda, Pío Cabanillas,..., además de los tapados como Fernández Ordóñez, que acabó finalmente desempeñando altos cargos con el PSOE ya en el poder.
En fín, UCD era el hotel de los líos, pero tenía la virtud de copar esa parte del espectro político donde se sitúan (nos situamos) los que somos un poco cobardes y no queremos desplazarnos a los extremos o, cuando menos, no queremos que se nos vea en tales posiciones o estamos a verlas venir. El chanchullo UCD funcionó en las dos primeras elecciones a diputados. La mayoría de la tripulación aun iba respondiendo a las órdenes del capitán, y éste les agasajaba otorgándoles ministerios y otras zarandajas para ir contentando a la multiplicidad de tendencias dentro del partido. No obstante, no había puestos para< todos  y, además, entre los tripulantes del barco ya empezaban a salir líderes que indicaban que quizá el rumbo no era el correcto (socialistas, populares, comunistas). Por su fuera poco, el mar por el que se estaba navegando estaba lleno de peligro: crisis económica; piratas etarras disparando sin cesar y causando numerosas pérdidas, militares descontentos también por la deriva de la nave,...
 Un caldo de cultivo propicio para que unos jóvenes socialistas que luego devinieron en socialistos empezaran a crear entre la tripulación dudas sobre la capacidad técnica e incluso mental del capitán para seguir pilotando el buque. Se intentó, con permiso del capitán Suárez, que otro miembro de la tripulación acabara de llevar el barco al puerto de destino, pero justo el día en que se tenía que producir el relevo, un ataque sorpresa de la guardia civil cambió para siempre el destino del barco, de la tripulación y de todos su pasajeros.
Después del Tejerazo todo pareció clarificarse más y la gente, en las siguientes elecciones, se escoró a babor, hacia la izquierda para permanecer en ella durante 14 años. Pero esa ya es otro historia. La que nos interesa empieza en 1976 y acaba en 1981,y no me cabe ninguna duda que el único protagonista de la misma es Adolfo Suárez puesto que el rey aún no sabía si tenía que ir a proa o a popa, a babor o a estribor,  o subir o bajar y sólo a partir del (auto)golpe frustrado de Tejero el borbón se decidió a apostar directamente por la democracia y asentarse en el puente de mando para hacer ver que era él el que tripulaba la nave. En realidad la nave se ha tripulado sola desde entonces y ha logrado sobrevivir incluso a los últimos años de los capitanes Felipe y Josemari  y a los siete años del capitán Zapatético. Si después de eso el barco no se ha hundido es que no hay ya quien puede con él. Ni siquiera Mas o Rajoy.

Loado sea Suárez, honrado, serio, decidido y valiente, porque no lo hizo nada mal y por ello sus enemigos intentaron acabar con su vida política. Y lo consiguieron. Él supo retirarse a tiempo y dejar a otros tareas más fáciles que la suya. El trabajo sucio estaba ya hecho y las bases para la convivencia democrática durante el periodo más largo en la amplia historia de España estaban plantadas. Pena es que su espíritu y su ideario, un centro político, no haya pervivido en este puto país de antagonismos, porque habría hecho mucho bien a la política española. De hecho, es el caladero donde tratan de pescar los nuevos partidos que aparecen en el espectro como  UPyD y Ciudadanos y es el único remedio contra el bipartidismo que impera, que nos aburre y que no nos representa. Todo sea que no sepamos apreciarlo como hicimos con Adolfo: "La gente me quiere mucho pero no me vota", decía. y es que en España somos asín.

¡Suárez, campeón, nos vemos en el reino de los justos!. Pero espérame sentado que no tengo prisa.

SALUDOS


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