miércoles, 26 de marzo de 2014

¿INDIGNADOS? NO, INDIGNOS

Según el Diccionario de la Real Academia Española de la lengua, indignar significa irritar, enfadar vehementemente a alguien, por lo que indignado significa enfadado o irritado, vehementemente por supuesto. Como el bebé de la imagen.
En la misma fuente se dice que indigno significa que no tiene mérito ni disposición para algo, que es inferior a la calidad o mérito de alguien o que no corresponde a sus circunstancias.
Bien es cierto que la gente, todos los que no estamos incluidos en las esferas de poder (político, económico, social,...) debemos estar indignados por la situación que atravesamos en nuestro país. Por ejemplo, 700.000 hogares españoles carecen de cualquier tipo de ingreso y, de esos, más de un 40 % lo constituyen hogares unipersonales, lo cual se traduce en que hay muchas personas, casi 300.000, generalmente mayores, que carecen de cualquier medio de vida para subsistir, llámese pensión, subvención, paro, o de cualquier otra manera. Eso es preocupante e indignante en un país, dizque, del primer mundo y como ese ejemplo hay muchos más que pueden hacer que nos sintamos irritados o enfadados vehementemente con el panorama que tenemos. Yo estoy indignado ¡y mucho!
Pero de indignado a indigno sólo hay que quitar dos letras y la situación cambia radicalmente. Esas dos letras que faltan hace que el enfado al que todo el mundo tiene derecho, se transforme en, repito, falta de mérito y disposición e inferioridad en calidad o mérito. Y ese paso del Dr. Jekyll a Mr. Hyde es el que se está produciendo con los movimientos antisistema tipo 15-M y asimilados y con las organizaciones, partidos y sindicatos, presuntamente democráticos, que se alían con ellos en sus manifestaciones y en sus algaradas posteriores.
De la indignación a la indignidad hay, letra por letra, un corto camino. Desde el punto de vista semántico hay más distancia aunque compartan la misma raíz latina. Pero esta distancia se hace casi imperceptible cuando los que se dicen indignados acaban comportándose como indignos y el común de los mortales llega a asumir que ambos términos puedan ser similares. Y no lo son. Muchos indignados marchan a favor de la dignidad de la que, en un momento dado, se demuestra que carecen y yo me pregunto si esa dignidad que reclaman no es la que a ellos les falta, porque lo que acaba ocurriendo en cada concentración, manifestación, marcha o acto similar en el que participan los indignados acaba siendo indignante para la mayoría de la indignada sociedad española.
Pero no sólo son indignos los manifestantes con tendencias asesinas que clausuraron la marcha del pasado sábado. También son indignos los responsables del servicio de seguridad policial que permitieron que los policías que velaban por la seguridad ciudadana fueran masacrados sin que se diera la orden de intervenir con toda la artillería policial disponible. Total sólo fueron 67 heridos. De ellos 14 acabaron hospitalizados. Uno de ellos recibió cinco puñaladas por la espalda y no murió gracias al chaleco antitrauma que portaba. Varios presentaban traumatismos craneoencefálicos y un inspector, al que quitaron el casco tras golpearle con adoquines la cabeza y patearle por todo el cuerpo, necesitó 15 puntos de sutura en la cabeza. A otro le destrozaron los dientes y, al menos dos más, se fueron con treinta puntos a casa, tantos como los que tiene el Rayo Vallecano.
 Era la guerra y los responsables policiales no estuvieron a la altura de las circunstancias al no autorizar el empleo de material antidisturbios porque unos soplapollas de la OSCE (organización para la seguridad y cooperación europea) habían querido asistir a la marcha como observadores y los políticos de turno (Tontolaba Fernández Díaz y compañía) no querían que vieran que la policía española era agresiva.

Como inciso, la presencia de estos observadores que, entre otras cosas, dicen velar por el cumplimiento de los derechos humanos, fue determinante para que los políticos españoles se cagaran. ABC lo explica así:

«La orden fue aguantar; pelotas, no. Había observadores de derechos humanos de la OSCE», revela a ABC uno de los agentes de la Unidad de Intervención Policial que fue agredido en los disturbios del pasado sábado, 22-M, en Madrid. La Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) estuvo vigilando la actuación de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y la Policía Municipal el pasado sábado mientras discurría la «Marcha por la Dignidad». Este extremo lo confirman fuentes gubernamentales a ABC. Y esa pudo ser la clave para el desarrollo extraordinario del ataque del millar de antisistema a los agentes. Aquella noche resultaron heridos 67 policías y 34 manifestantes.
La OSCE, formada por 56 países de Europa, Asia Central y América del Norte, entre ellos Estados Unidos, tiene como misión facilitar la resolución de conflictos, sobre todo cuando está en riesgo la protección de los derechos humanos. Bajo su supervisión, en un grupo de la Unidad de Intervención de la Policía (UIP) resultaron heridos 35 antidisturbios; en otro, once. De ellos, un oficial con cinco dientes rotos de un adoquinazo y 30 puntos en la boca, otro agente con 30 grapas en la cabeza... La Dirección General de la Policía abrirá una investigación de carácter reservado para determinar si hubo fallos en el dispositivo y, en ese caso, revisar los protocolos para que no vuelvan a producirse.

 En cualquier otro país mucho con mucho más recorrido y experiencia democráticas que España (EEUU, Reino Unido, Francia, Alemania, Italia, Holanda,...)  la batalla no habría sido tan desigual y, por supuesto, habría ganado la policía. En este país de mierda en el que vivimos, siempre ganan los malos porque estamos tan acomplejados por haber llegado tarde a la vida demócrata que  tenemos que estar demostrando permanentemente que somos  más demócratas, tolerantes y respetuosos con las libertades del pueblo que ningún otro. ¡Y así nos va! Nos va tan bien que, según el proyecto de la nueva Ley orgánica de seguridad ciudadana está más castigado romper una farola que agredir a un policía. Al igual que está mas castigado aparcar en doble fila o hacer botellón. Si no respetamos a los representantes de la ley nunca podremos ser demócratas y en España sólo tienen derechos humanos los demás, y más si son malos, nunca los policías. Y las organizaciones convocantes y asistentes a las marchas por la dignidad toleran, cuando no provocan con sus actitudes y mensajes, que los violentos ataquen a las fuerzas del orden y por ello son tan responsables como aquellos incontrolados que las atacan directamente.

¡Cárcel y dimisiones! Eso es lo que espero que ocurra, aunque con poca fe. Cárcel para los autores de los desmanes, de las agresiones y de la gravísima alteración de la seguridad ciudadana en Madrid. Cárcel también para los ideólogos e instigadores, muchos de los cuales están chupando de los presupuestos estatales, y dimisiones en la cúpula policial porque cuando el enemigo es malo no puede haber contemplaciones. Quizá me llamaréis extremista, pero habría preferido que esos 67 heridos fueran de los manifestantes que no de la policía.

Remato este blog con diversas informaciones que aportan otros más listos o enterados que yo, empezando con un artículo del ultraderechista Salvador Sostres, publicado ayer: y que se titula "Tocar a un policía":

Tocar a un policía, sólo rozarle, tendría que estar castigado con cuantiosas multas económicas y severas penas de cárcel. Porque agredir a un policía es agredir a la esencia misma de la convivencia democrática. Es agredir al orden, y el principal enemigo de la libertad es el caos.
Golpear hoy a un policía sale gratis y se ve como un ritual de fin de fiesta reivindicativa. Algunos ciudadanos han aprendido a canalizar su frustración, y su mediocridad, a través de este tipo de violencia; y se creen héroes cuando son auténticos criminales.
En los países civilizados el patrimonio de la violencia es del Estado, y en España tenemos a unos manifestantes cada vez más violentos y a una Policía que administra esta ira con cautelas condescendientes y paternalistas.
Si ningún manifestante agrediera a ningún policía, no habría nunca disturbios de ningún tipo. Quien busca la violencia no es la Policía, que evita al máximo cargar contra los manifestantes y, cuando no tiene más remedio que hacerlo, trata de usar la mínima fuerza posible. Aunque sea al precio de acabar con 64 agentes heridos.
Yo soy partidario de más mano dura porque siempre he pensado que educar es reprimir. Y los que critican al ministro del Interior por excesivo tendrían que saber que otros ministros del Interior, menos católicos y más protestantes, más exigentes con los deberes de cada cual y menos piadosos con las flaquezas de algunos, actúan con mucha más dureza y sin ninguna contemplación contra delincuentes, como los que atacaron a la Policía en la llamada Marcha de la Dignidad del pasado sábado.
El izquierdismo callejero puede quejarse tanto como quiera, en su inconsciencia y en su incultura, del ministro Fernández Díaz y de la Policía española, pero tiene mucha más suerte de la que merece con el ministro del Interior que le ha tocado, comprensivo y piadoso; y de vivir en un Estado que, después de 40 años de franquismo y otros 40 de democracia, se continúa sintiendo culpable y ejerce sus potestades de un modo, como mínimo, vergonzante. Algún día se nos pasarán los complejos y estos mozos sabrán lo que es correr.
Mientras tanto, es muy decepcionante que por todo se quejen y por nada den las gracias. El domingo se concentraron para exigir la puesta libertad de los agresores que habían sido detenidos el sábado, y a ninguno se le ocurrió abandonar ni que fuera sólo un instante su retórica autoindulgente y onanista para rendir algún homenaje a Adolfo Suárez, que justo en aquella hora fallecía. Él fue quien hizo posible este sistema de libertades tan generoso y expansivo que hasta pueden aprovecharse de él las personas más absurdas y equivocadas. Nadie alzó la voz para darle las gracias. Tal vez porque nadie entre la turba sabía quién era Adolfo Suárez.
Tocar a un policía tendría que tener consecuencias dramáticas y a los que tanta dignidad exigen estaría bien que fuéramos a reclamársela. La queja permanente es estéril y degradante, y te hundes un poco más con cada excusa que encuentras para justificarte. Comprendo al ministro del Interior en su moderantismo, pero es hora de que el Estado comparezca con toda su importancia y tenga claro que los que atentan contra el orden son los únicos culpables.

Continúo con otro artículo, de Lorenzo Silva, en el que relata lo contado por un miembro de los servicios de emergencia del SAMUR en Madrid, que desarrolló su labor en la indigna marcha del pasado sábado:

Lo que contaré a continuación son hechos, y el relato procede de una fuente que, al menos para mí, resulta completamente fiable. Es alguien a quien conozco de hace tiempo, por razones que no tienen que ver con su oficio, ni con sus ideas ni con las mías, que dicho sea de paso vienen a coincidir en la sensibilidad frente a una sociedad injusta en la que los platos rotos los pagan siempre los que menos tienen y pueden, mientras los poderosos salen indemnes de sus picardías, sus pifias o, incluso, sus delitos.
Digamos que ambos tiramos a la izquierda y vemos muchas razones para manifestarse contra un orden de cosas decepcionante. Me dice que se ha manifestado muchas veces, y que si el sábado no lo hizo fue simplemente porque no podía hacerlo. Mi fuente es un trabajador de las emergencias médicas de Madrid, que el día 22 estaba de servicio. Permítanme que no dé más detalles, porque nada de lo que me ha confiado quiere que le sea reconocido como mérito por nadie, ni yo deseo que le acarree represalias.
La historia viene del dolor y la vergüenza, y ahí debe quedar, sin contaminarse de ese circuito sórdido de la búsqueda de la recompensa y el miedo al castigo que mueve las acciones de todos los que nunca leyeron la Ética de Spinoza; aquel hebreo que dejó escrito que toda la recompensa del bien obrar es obrar bien, y el principal castigo del mal, haberlo hecho.
Mi confidente estaba en un puesto sanitario avanzado (PSA) al que al término de la manifestación empezaron a llegar antidisturbios heridos, en brazos de sus compañeros.
«En cinco minutos pudieron llegar siete u ocho policías de la UIP [Unidad de Intervención Policial] y uno de la UCE -antidisturbios de la Policía Municipal- con caras ensangrentadas, alguno con disminución del nivel de consciencia y cascos abollados, por lo que se suponía que eran adoquines. Hubo que estabilizarlos, valorar sus heridas y calmar su ansiedad, porque venían asustados. Vi caras desencajadas de esos hombres de casi dos metros, llamadas a sus mujeres y situaciones tensas cuando coincidieron en el PSA policías y manifestantes».
«No vi en ningún policía ni una mirada que tradujera odio o ánimo de venganza hacia ninguno de sus agresores. En el exterior, sin embargo, acompañantes de los manifestantes heridos nos gritaban a los trabajadores del Samur que éramos cómplices y que no atendiéramos a policías, que los dejásemos morir».
«Aplaudían cada vez que entraba un policía herido, e incluso llegaron a arrojar un petardo junto al PSA. Acabamos necesitando un cordón policial para poder trabajar con un mínimo de seguridad».
Refiere este trabajador, igualmente, cómo advirtió, desde su posición, la posible presencia de policías infiltrados como manifestantes: «En el exterior del PSA, unos manifestantes identificaron a un grupo de policías infiltrados vestidos de paisano. Los acorralaron profiriendo insultos y retándoles a pelear. Fui testigo directo de esta situación y sí parecía que eran realmente policías. Se refugiaron detrás del PSA para no poner en peligro el dispositivo sanitario, pero cerca por si acaso. No eran dos o tres encapuchados los que les amenazaban, era mucha gente, algunos quizá por solidaridad con los manifestantes».
Cuando llegó el momento de evacuar a los policías heridos continuó la fiesta y la presión. Así lo recuerda el testigo: «Afortunadamente, ningún manifestante o periodista precisó traslado urgente, sólo un policía precisó traslado en UVI móvil por un síncope recuperado tras una pedrada en la cabeza. Tuvimos que meter a los policías de dos en dos en ambulancia y por la puerta de atrás, pegada al PSA para evitar el trayecto a pie desde el PSA a la ambulancia, por su seguridad y entre silbidos».
En total, en el PSA valoraron a 61 pacientes hasta las 23.00 horas del sábado. Una estampa que se le quedó grabada al testigo fue la del único antidisturbios municipal, que estuvo 40 minutos solo, sin que ninguno de sus jefes acudiera a interesarse por él, mientras que los policías nacionales recibían incluso la visita de su director general.
«Lo que más me duele», dijo el policía, «no es la rodilla, sino que nadie haya llamado siquiera». Al final acabaron apareciendo sus jefes y se hicieron cargo de su traslado y de avisar a su familia, pero la imagen de ese largo rato en soledad vino a resultar simbólica del desamparo de unos servidores públicos expuestos a las iras de la ciudadanía.
Y hasta aquí lo visto y contado por alguien que estuvo en primera línea y que no está contaminado por la propaganda de ninguno de los dos bandos en conflicto. En definitiva, lo más parecido a un testigo imparcial -eso que ya sabemos que no existe- que al menos este cronista ha encontrado respecto de los incidentes del 22-M. También el testigo tiene, cómo no, su opinión, y creo que vale la pena transcribirla.
«Yo también estoy harto, pero tengo la suerte de mantener la vocación casi intacta. Yo me debo a mis pacientes, encapuchados, policías, fotógrafos, ciudadanos... convivientes en esta nuestra sociedad herida».
Y para terminar, lo que menos vale de estas líneas, la opinión de quien recaba y recoge el testimonio. Alguien debería empezar a pensar, en el Gobierno, en el mal resultado que da tapar los problemas amontonando contra ellos policías. Ya se hizo en el pasado, en nuestro país, y la consecuencia es que se quema y deslegitima a las Fuerzas de Seguridad, que cualquier día acaban viéndose en el brete de usar las armas y provocar una desgracia, y los problemas siguen ahí.
Y alguien debería empezar a pensar, entre los portavoces de esa izquierda que dice reclamar dignidad, si pedirle a quien ha de curar que deje morir a un ser humano es realmente de izquierdas. Si acaba aceptándose eso, algunos que lo somos y no podremos ser jamás de derechas, tendremos que afiliarnos a la izquierda de un país imaginario.
Pacíficos indignados pidiendo un  poco de dignidad para ellos mismos y para sus ascendientes.¡Cabrones!

Y continuo con una nota (bastante mal redactada, por cierto) que han hecho circular diversos sindicatos policiales mostrando su desacuerdo con la actuación de los mandos policiales y políticos en el momento en que la marcha acabó transformándose en una batalla campal:
Apoyo urgente, apoyo urgente, nos están tirando adoquines tronaban los equipos de transmisiones. “solicito empleo uso material” nos están agrediendo. No podemos más y al otro lado silencio, el silencio más indigno, cobarde e incompetente que recuerdan los compañeros de las Unidades de Intervención Policial.
Mientras éstos pedían desesperadamente ayuda, eran atacados con piedras  adoquines, hierros, palos y armas blancas, pedían ayuda desesperadamente, mientras al otro lado de las emisoras sus jefes callaban y los dejaban abandonados a su suerte, según denuncian quienes estaban de servicio el Comisario General de Seguridad Ciudadana, el Jefe de las UIPs y el Jefe de la primera UIP. Y durante media hora no ordenaron que se actuara ni que se les apoyara, todo lo contrario, se les pedía tranquilidad y que había que dar imagen, “estamos aislados solicito empleo uso material (material antidisturbios  (salvas y pelotas de goma).
Los grupos de reacción estaban muy cerca y no se les permitió  apoyar, permitiendo el uso de dicho material hasta cuando ya era demasiado tarde y la consecuencia, 67 policías heridos, 40 de ellos del Grupo 7 de la UIP, con el tremendo resultado de un Inspector con la cabeza abierta doce puntos tras arrancarle el casco a patadas continuaron pateándole en la cabeza otro Subinspector con varias puñaladas y gracias al chaleco anti trauma hoy sigue vivo de milagro y otro número altísimo de lesionados de distinta gravedad. Y todo eso por no decir “uso material antidisturbios”, la presencia de ocho observadores internacionales  quizás fuese ese el motivo de tanto desatino.
Reunión previa al dispositivo se les comunicó que había que aguantar que teníamos que dar imagen, vaya si la dieron…
Quizás ese momento fue el punto y aparte un punto de inflexión en la actuación de las Unidades, no estamos hablando de muertos por providencia divina y por el gran arrojo de los policías, en contraposición a la cobardía de algunos mandos, que dirigen los operativos.
Por ello las organizaciones sindicales exigimos ceses inmediatos en las personas relacionadas, no se puede consentir que cada manifestación con éstos salvajes “terroristas callejeros” se convierta en un campo de batalla y ataquen a las fuerzas y cuerpos de seguridad con el “ánimo de matar”, esto ha sucedido, alguien que patea en la cabeza hasta arrancarle el casco y sigue pateándole en la cabeza, o tira adoquines hasta reventar los casos y escudos, golpea con palos de hierro y clava hierros punzantes en el cuerpo de los policías lo hace con el único objetivo y “ánimo de matar”. Esto no es una simple agresión a la que están acostumbrados estos buenos profesionales, esto se llama “terrorismo callejero” y buscan sin lugar a dudas causar el mayor daño posible a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad y por ende  al ciudadano decente.
El Estado de Derecho está en peligro si quienes tienen el derecho y el monopolio del uso de la fuerza en defensa de los derechos y libertades de los ciudadanos, no lo pueden emplear y únicamente se limitan a ser el blanco de los salvajes, o, a custodiar férreamente edificios de distintas Instituciones, dejando a los compañeros abandonados a su suerte. Habrá que ver que dicen ahora los ocho observadores internacionales seguro nos acusarán de violentos.
Tanta violencia no se puede consentir y los responsables deberán ser cesados inmediatamente por incompetentes e inoperantes e imponerles las responsabilidades penales o administrativas a que hubiera lugar. Si el miedo los atenaza o ven que les peligra su sillón que se dediquen a otra cosa.

'Hemos pedido apoyo mil veces'
"Yo, siete puntos en la cabeza y uno en la cara. Mi inspector, 11 en la cabeza. Un oficial de mi grupo... 30 puntos y cuatro piños jodidos. Voy en el e. mando con él (...) y a mi inspector y a mí nos han pegado hasta quitarnos el casco. He perdido el conocimiento dos veces. Pero bueno, ya me han dado el alta y voy para casa. Bueno, ya estoy en casa. Esa es mi cabeza. La verdad es que esto necesita un giro hacia la profesionalidad y la excelencia. Hemos pedido apoyo mil veces así como permiso para usar material, y no se oía nada".

'Vergonzoso'
"Lo de hoy ha sido vergonzoso, nunca las altas esferas, me refiero a mandos policiales y políticos, habían dejado tan vendidos como hoy a la UIP, estaban machacando a los compañeros que estaban pidiendo apoyo de forma desesperada y a 500 metros había varios grupos sin poder intervenir y escuchando cómo machacaban a los compañeros, todos esos compañeros por supuesto heridos. A un inspector le han quitado el casco a patadas y le han dado 12 grapas en la cabeza; parece ser que a un compañero le han dado siete puñaladas en el antitrauma, menos mal que el compañero está bien; un camión de bomberos ha embestido a dos vehículos de la PMM y casi le pasa por encima a un compañero de la UIP, por supuesto se ha dado a la fuga el valiente. Como siga la cosa así y no nos dejen intervenir en condiciones, algún día no muy lejano habrá algún compañero muerto".

  
Claro, que luego está la otra versión de los hechos como la que aparece en el enlace que os adjunto:  http://www.larepublica.es/2014/03/impresionantes-imagenes-cientos-de-manifestantes-se-enfrentaron-a-las-cargas-policiales-el-22m/

La noticia dice : Poco después de las 20.30 horas, la Policía decidió cargar contra algunos manifestantes mientras se estaba celebrando el acto institucional de clausura de la protesta y cuando la orquesta Solfónica tocaba música clásica. La Policía comenzó cargar de forma indiscriminada, cuando miles de personas se encontraban todavía en las calles en las Marchas de la Dignidad el pasado 22M. Muchas de ellas ni siquiera estaban cerca de las vallas, y tampoco formaban parte de los grupos que habían lanzado objetos. Todo tras una manifestación multitudinaria y pacífica que en su punto álgido ha ocupado 2,5 kilómetros de extensión.(...) En este contexto, cientos de manifestantes se enfrentaron a la Policía Nacional y se pudieron ver episodios de auténtica violencia, en esta ocasión no fue sólo de las fuerzas antidisturbios hacia los manifestantes, si no que la respuesta de la gente a las cargas policiales fue contundente. 

Todo puta mentira. Si miráis los vídeos que aportan como prueba veréis que la Policía está acojonada, a la defensiva  y que los que empezaron la trifulca fueron parte de los manifestantes. Los de siempre. Hay imágenes que duelen pero hay que verlas.

Por todo esto que os he contado y por tantas otras cosas más tengo que reconoceros dos cosas. Una es que estoy muy indignado, que en vallecano se traduce por ¡Estoy hasta los cojones!. La segunda es, como os decía ayer, que ni unos ni otros me representan y quiero hacer lo posible porque alguien lo haga.


SALUDOS.

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