No es que me oponga por motivos políticos, sino meramente académicos y de justicia, al igual que me opondría a que se lo dieran a Cristiano, Messi o Gasol, e igual que me sentó muy mal que se lo concedieran (además creo que por partida doble: U.Castilla La Mancha y Católica de Murcia) a Vicente del Bosque por entrenar a un conjunto de jóvenes menguados intelectualmente que lo más interesante que saben hacer es dar patadas y cabezazos a un balón y, a veces, a la piernas y cuerpos de los contrarios. Eso cuando no se dejan caer fulminados como si un rayo de procedencia divina hubiera impactado sobre ellos provocándoles la desaparición de una de las dos neuronas que suelen tener.
Por ese motivo podían dárselo a Belén Esteban por la Universidad Rey Juan Carlos que está en Vicálvaro, barrio pegadito a San Blas de donde es originaria dicha prócer (persona respetable, elevada y de alta distinción social) ya que por lo menos ésta ha escrito un libro (que por cierto, ha vendido más ejemplares que los de ZP, Aznar, Felipe Glez y Solbes juntos).
Pero bueno, a lo que íbamos. Dice en ese artículo:
El núcleo duro de la UIB pertenece a esa estirpe de la intelectualidad que aborrece el deporte y por lo visto es incapaz de entender que la prosa de altura y hasta la poesía se escriben también a puñetazos, patadas o raquetazos. Con estrechez de miras y soberbia insoportables, llama "fracasado escolar" a Nadal y le reprocha que dejara sus estudios "a muy temprana edad" para convertirse nada menos que en el más grande deportista español de todos los tiempos. Y lo hace con la cobardía típica de los conspiradores, desde el anonimato, filtrando su envidia e inquina personal disfrazadas de "malestar colectivo" y otorgándose una trascendencia de la que por supuesto carece. El educado portazo en la nariz al "desorganizado" grupo de boicoteadores es la mejor de las posibles respuestas. Nadal no necesita a la UIB, no desde luego a esta UIB politizada y sectaria que, como escribió hace unos meses Román Piña Homs en un artículo para enmarcar, no la reconocen ni sus padres fundadores. Este episodio lamentable nos recuerda que los ciudadanos de Baleares tenemos un serio problema de garrulismo ilustrado.
Podría discutirse si los doctorados honoríficos están para reconocer los méritos profesionales y humanos de un tenista, pero me temo que la cosa no va del todo por ahí. A Nadal le llaman "gonella" -el epíteto más hiriente de su diccionario- y no le soportan que se envuelva en la "bandera equivocada" cuando gana un Grand Slam. No admiten su evidente y notoria falta de compromiso con la que consideran es la causa obligada de los buenos mallorquines: el catalanismo. Rafa no es de los suyos y por eso han querido tenderle una emboscada. Por supuesto, le han subestimado, y él, sin despeinarse, les ha colocado la pelota fuera del alcance de su estulticia. Por cierto que la "gonella" de que habla este articulista no es más que una pieza de vestir utilizada habitualmente por la payesía en Baleares y con ello quieren hacer referencia a su falta de estudios.
En cualquier caso, la falta de estudios no está reñida con la buena educación. En muchas ocasiones, de hecho, existe una relación inversa, es decir, a mas estudios más mala educación y lo que es innegable es la buena educación y "savoir faire" de Rafa, a años luz de los que desde el "lado oscuro" han saboteado su candidatura porque "no es de los nostros", es decir, de los catalanista de mierda. En mallorquín se dice que "guanyar fa riure" (ganar hace reir) pero Nadal ha demostrado en innumerables ocasiones que es capaz de reir incluso perdiendo aunque, eso si, la alegría no es la misma.
Otro articulista, Ramón Aguiló, toca también el tema hoy. Por el título, "El caso Nadal", es evidente a qué se va a referir, y lo hace en términos como los siguientes:
Lo que sí es repugnante es la guerra o la aversión que algunos miembros destacados y poderosos de la UIB tienen hacia Nadal, una inquina que, por cierto, ha sido secundada por casi toda la prensa mallorquina, en la que nadie vio con buenos ojos la nominación del tenista. Ahora todos callan, valientes. Y no nos confundamos buscando vanas coartadas: Nadal ha rechazado la distinción no por pensar que un deportista no la merece, sino porque sus compatriotas se le han echado a la yugular. De lección a la universidad nada, si acaso al pueblo cafre e idiota mallorquín.
SALUDOS
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