viernes, 13 de diciembre de 2013

CATALUÑA CONTRA ESPAÑA: COMO TOCAR LOS COJONES DURANTE TRESCIENTOS AÑOS (O MAS)

Este es el título que realmente debería presidir cualquier simposio inspirado en las relaciones entre España y Cataluña o viceversa
"Eramos.Somos.Seremos. Reimagina el futuro de Cataluña". Queda hasta bonito pero aún lo sería más si tuviera algún sentido positivo. Reimaginar el futuro de Cataluña que están diseñando sus actuales dirigentes puede ser tan sombrío y apocalíptico que mejor no hacerlo.
"¿Quiere que Cataluña se convierta en un Estado? Y, en caso afirmativo, ¿Quiere que ese Estado sea independiente?". Magnífico brindis al sol por parte de los que han consensuado la pregunta. Maravilloso juego de trile para que ICV y UDC no se desmarcaran e, incluso, el PSC se arrime a través de su tercera vía ( vía muerta, por cierto). En fin, como dirían los chalanes, "que me quitan la independencia de las manos, pero ni pa tí ni pa mí..." No sé si me explico.
Parece mentira. Sí, parece mentira que aquellos que siempre han hecho gala de su "seny" (sentido común), de su cosmopolitismo, de su ser el ejemplo para el resto del país, se hayan puesto en manos de unos cuántos cretinos que, como el capitán Araña, los están embarcando en una aventura en la que sólo perderán ellos mientras los ¿líderes? acabarán ocupando algún sillón en la empresa privada y hasta llegarán a disponer de una calle con su nombre en su pueblo.
Jamás podía haberme imaginado que una presunta mayoría de catalanes pudiera dejarse manipular por descerebrados, pero eso es exactamente lo que esta ocurriendo y, con ello, se está reforzando ese sentimiento de superioridad que siempre han tenido sobre el resto de españoles, que no se basa tanto en su superioridad sino en la inferioridad de los demás (lo que es más grave). Y todo esto obliga a pararse un poco y reflexionar sobre qué es realmente Cataluña, aunque mi conclusión ya la conocéis: CATALONIA IS NOT HING.
Y, reflexionando, uno puede llegar a plantearse que a lo mejor no son tan listos, ni tan sensatos, ni tan guapos, ni tan altos (descartemos a Pujol) porque si no, ¿como puede ser que en 130 años no hayan podido acabar, ni de lejos, la Sagrada Familia? ¿cómo es posible que en todos y cada uno de los conflictos territoriales,bélicos, sucesorios,.., que han participado hayan perdido siempre? ¿cómo tienen los cojones de celebrar como día de la patria una derrota en una guerra de sucesión (que no de secesión) que, en el fondo, no sirvió sino para cambiar un grupo de vividores (los Austrias) por otro (los Borbones)? ¿cómo son tan estúpidos de montar el paripé de "España contra Cataluña" y encargárselo a un tal Jaime que anda muy confuso y perdido, hasta el punto que todo los que van a participar en ese simposio sólo saben preguntar y sobre qué es? ( el tal Jaime se apellida Sobrequés, de ahí el chiste, acudit o xist, según Montilla). ¿como es posible que hagan caso al tonto de baba del Quico Homs, que dice que el simposio es, entre otras cosas, para defenderse del separador gobierno español? ¿Es que acaso en España se ha planteado la separación de Cataluña? ¿No es al revés?
En fin, todas estas cositas que hasta el más tonto de este país (siempre que no sea un abducido catalán o vasco o socialista irredento) vería que  no son sino falacias, embustes, aranas, ilusiones, filfas, camelos, trolas, engaños, patrañas, cuentos, farsas, han calado en el espíritu catalán, antaño pragmático, sensato, crítico, internacionalista, para hacerlo mudar en aborregado, gregario, acrítico, inánime, manipulable, provinciano, hipnotizado por cuatro vendedores de humo que no sólo están intentando sembrar la semilla de una utópica independencia sino que han sembrado algo que es peor, el enfrentamiento entre dos partes de España  creando una herida que se amplía a cada instante y que, aunque algún día llegue a cerrarse, dejará una cicatriz y unas secuelas que serán imposibles de reparar. Cuando una relación se rompe es muy dificil volverla a retomar, y los catalanes están rompiendo su relación con España. Ese será el mérito de esos soplagaitas descerebrados que dirigen la política catalana y, por ende, de aquellos soplagaitas descerebrados que los han  votado y apoyado en estas quiméricas aventuras que, como acabarán comprobando en su propia carne tanto si se independizan (¡ojalá!) como si no, les acabarán llevando a la ruina.
Y luego no valen llantos. Si el envite les va mal (que les irá) han de pagar por ello. No vale decir que se han equivocado. Han de pedir perdón a todos y cada uno de los españoles a los que llevan ochenta años insultando, de los que llevan cien años viviendo y a los que llevan trescientos (o más) años tocando los cojones. ¡Ya está bien!
Estamos hartos de oir vuestras quejas, de vuestro victimismo, de vuestras ínfulas de seres superiores, de que siempre  hayáis sido económica o industrialmente favorecidos para callaros la boca. Estamos hartos de vuestros paises catalanes, de vuestra imposición idiomática en la escuela, de vuestro rechazo a todo lo que huela a España, de vuestra desobediencia a los tribunales, de vuestra chulería, de pagar vuestros derroches, de tener que socorreros cuando la financiación no os llega para pagar lo más elemental mientras gastáis en embajadas, viajes, propaganda, compra de medios de comunicación, subvenciones antiespañolistas, etc.
En el fondo, la culpa la tenemos los españoles por no decir que ya basta y plantarnos ante vuestras absurdas exigencias y reivindicaciones, pero como estos temas están en manos de unos políticos que, a la mayoría de nosotros no nos representan, y que son de la misma calaña en ambos lados de la disputa jamás habrá disposición para coger el toro por los cuernos.

No hay remedio y como ejemplo os cuelo parte de un artículo de prensa referido a 1932 y al problema catalán, que sigue siendo el mismo 80 años después y, como entonces, creado por catalanes insensatos y desleales con las leyes y el orden establecido (recordemos que en 1932 España era republicana):
En un afiebrado mayo de 1932 las dos cabezas más brillantes de la II República, don José Ortega y Gasset («Ahí va la masa encefálica» decía de él Indalecio Prieto) y don Manuel Azaña  debatieron en las Cortes sobre el Estatuto catalán, no enfrentándose pero sí matizándose en profundidad.
Azaña, sin papeles, habló tres horas y no utilizó una sola vez la palabra nación ni para España ni para Cataluña. Ortega, también sin leer, fue pesimista, y eso que él sí que era un optimista antropológico, y sostuvo que el «problema catalán» había que conllevarlo sin intentar resolverlo.
Sólo dos años después Lluis Compayns le daría la razón proclamando la independencia de Cataluña y traicionando a la República. Ambos discursos han sido editados por Galaxia Gutemberg como Dos visiones de España y, por su rabiosa actualidad, su lectura incita a la melancolía, comprobándose que más de 80 años después los problemas y las palabras son los mismos y, entonces como ahora, pervive la Hacienda catalana, la maximización de competencias o la "civilizada convivencia" del idioma español y el catalán. 
...
Ortega es cauteloso en su pieza desde el principio: «Se nos ha dicho: hay que resolver el problema catalán y hay que resolverlo de una vez para siempre, de raíz. La república fracasaría si no lograse resolver este conflicto que la monarquía no acertó a solventar». El filósofo rechaza esta perentoriedad: «¿Qué diríamos de quien nos obligase sin remisión a resolver de golpe el problema de la cuadratura del círculo? Sencillamente diríamos que, con otras palabras, nos había invitado al suicidio». Y remacha: «Pues bien señores, yo sostengo que el problema catalán, como todos los parejos a él, que han existido y existen en otras naciones, es un problema que no se puede resolver, que sólo se puede conllevar, y al decir esto, conste que significo con ello no sólo que los demás españoles tenemos que conllevarnos con los catalanes, sino que los catalanes también tienen que conllevarse con los demás españoles».
Cae en el pesimismo, o en la lucidez, más explícitas: «Digo, pues, que el problema catalán no se puede resolver, que sólo se puede conllevar; que es un problema perpetuo, que ha sido siempre, antes de que existiese la unidad peninsular y seguirá siendo mientras España subsista; que es un problema perpetuo, y que a fuer de tal, repito, sólo se puede conllevar».
Para Ortega el nacionalismo catalán es «particularista», un sentimiento vago que se apodera de un pueblo o una colectividad y le hace desear ardientemente vivir aparte de los demás pueblos. Mientras otras colectividades tienden a integrarse, el nacionalismo particularista sostiene el afán de quedar fuera, exento, señero, intacto de toda fusión, recluso y absorto dentro de sí mismo. El autor de España invertebrada ya no era diputado cuando se discutió el Estatuto vasco y el incendio civil ya había acabado con la retórica. La pregunta imposible es qué hubiera dicho hoy Ortega del nacionalismo vasco habiendo sido tan reticente con el catalán. Puede quedar la resignación filosófica orteguiana de que nuestros nacionalismos periféricos siempre serán insatisfechos y victimistas, su solución está en el infinito, hay que convivir con el incordio mutuo y de nada sirve aprovechar los experimentos con cloratita de Rodríguez Zapatero.
SALUT Y FORÇA AL CANUT

No hay comentarios:

Publicar un comentario