lunes, 5 de mayo de 2014

EL 1 DE MAYO

"¿Por qué los trabajadores ya no confían en los sindicatos?". Esta es la pregunta que se hace Casimiro García Abadillo en la editorial de "El Mundo" de ayer y empieza respondiéndose así: " Por estas fechas, uno de los quebraderos de cabeza de los sindicatos mayoritarios, ya desde hace tiempo, es cómo disimular el escaso seguimiento de sus manifestaciones en una jornada en la que tienen garantizada la atención de los medios de comunicación. (...) El drama para estas organizaciones es que a los 1º de mayo ya no acuden ni siquiera la totalidad de sus liberados."
En el resto del artículo desmenuza una serie de circunstancias y hechos que han influido en el desprestigio de estas organizaciones hasta llevarlas hasta el punto en que se hallan hoy en España, a un paso del desastre. Las razones son de todos conocidas y pueden sintetizarse en el mamoneo, el paripé y excesivo sueldo de sus líderes, la excesiva burocratización de sus aparatos (lo mismo que los partidos políticos), su indefinición (critican la reforma laboral y la aplican al hacer EREs en sus organizaciones), la excesiva existencia de liberados cuya misión, excepto la de cobrar, no se conoce con exactitud, su implicación en EREs fraudulentos en Andalucía, su excesiva dependencia de los presupuestos estatales en lugar de las cuotas de sus afiliados, la gran estafa de los cursos de formación... 
En fin, lo de todos conocido y que puede ser ampliado leyendo el artículo completo en  http://www.elmundo.es/opinion/2014/05/03/536557dc268e3e2f338b457a.html

Y añado yo que, en un país con seis millones de parados a quienes los sindicatos no representan, no en vano se autocalifican como organizaciones de trabajadores, no de parados, y donde los cursillos de formación que ofrecen solo sirven prácticamente para aprender a hacer macramé, es de suponer que ninguno de esos parados debe asistir a ninguna manifestación que convoquen ellos. 
Aunque en realidad esa cifra de 6 millones me parece excesiva ya que si pensamos que la economía sumergida en España es de un 25% en términos de PIB o tributarios, nos quedarían sólo 4 millones y medio de parados, eso sin contar los que están apuntados porque tienen que estarlo y que, además no tienen mucho interés en trabajar porque con cuatro de familia en el paro a cuatrocientos y pico por persona y mes son más de 2.000 euros lo que entra, es decir, más que si trabajaran dos con un sueldo de 1.000 euros cada uno, que ya viene a ser un sueldo decente según los baremos actuales, aunque en realidad no de ni para comer.
Si tenemos en cuenta también que la mayoría de los que trabajan y tienen un sueldo decente, pongamos de 1.500 hacia arriba, tampoco van de sindicatos y que el resto de currantes solo piensan en el puente, en las cervecitas en la playa y en huir de las grandes urbes a la que tienen una oportunidad, nos quedan cuatro pelagatos para ir de manifestación. Si encima, como dice Casimiro, ni los liberados están por la labor, no es extraño que sean tres y el de la guitarra los que desfilan por las calles de las ciudades españolas tras unas pancartas pasadas de moda, con unas banderas comunistas y republicanas (¿que tendrán que ver?), con gorras rojas y silbatos, disturbando la paz de los paseantes en una soleada mañana de mayo.
Mi mujer, que festeja el 1 de mayo como ninguna, pues es su cumple, siempre ha dicho que ese día trabajan (van de manifestación) los que no lo hacen durante el resto del año: los liberados y los sindicalistas en general. Pero, por lo visto, este año ya ni eso.
Y es que el sindicalismo trasnochado, antiempresarial, de mensajes demagógicos y enfrentado a la dura realidad económica que estamos viviendo, está acabado. La misma canción de siempre ya aburre. No hay innovación en los hechos, ni en las propuestas, ni en el lenguaje, heredados de la lucha de clases marxista que está, histórica y sociológicamente, más que superada. Pero ellos, como Paco Marínez Soria, "erre que erre", porque les sirve para vivir del cuento a costa del dinero de todos los españoles, sean o no afiliados. El anquilosamiento es patente en la eternización de Cándido Méndez como secretario general de UGT y es que, después de Marcelino Camacho y Nicolás Redondo y a excepción de José María Fidalgo que se fue de CCOO avergonzado, el resto de líderes sindicales, representados inmejorablemente en Toxo y Méndez no son sino funcionarios de unas organizaciones poderosas y ricas (a costa de todos) que solo buscan que todo siga igual, que las organizaciones perduren aunque su función se haya agotado hace tiempo.
Sin embargo, en sus manos está el hacer posible un cambio de rumbo si no quieren verse abocados a la desaparición, pero como dice Casimiro, para ello "deben hacer un gigantesco esfuerzo de renovación, autocrítica y transparencia ¿Podrán hacerlo?"
En Baleares tenemos unos sindicalistas que son el prototipo de lo que no deberían ser. Uno (Lorenzo Bravo, de UGT, 20 años como secretario general) llama chulo, engominado y fascista al presidente de la comunidad, del PP, por llevar a cabo sus políticas coincidentes con la idelogía rancia y de derechas de su partido que, por cierto, tiene mayoría absoluta. ¿A quién representa este fulano (Bravo) y con qué apoyos populares y votos cuenta para decirle al engominado y chulo (en eso estamos de acuerdo) qué y cómo lo tiene que hacer?. Bravo, macho, preséntate a las elecciones, gánalas y podrás entonces hablar. Porque si, en verdad, no sabes rebatir las ideas contrarias salvo con insultos y descalificaciones te auguro una larga y prolífica carrera en la política.
Otra sindica-"lista", Katiana Vicens, de CCOO, es imputada por la Fiscalía de Baleares por un delito de daños y otro delito contra los derechos de los trabajadores. ¿Dónde se ha visto eso? Ese es el delito más grave que se puede achacar a un sindicalista pues ellos, y solamente ellos, dicen tener el monopolio de la defensa del trabajador y su lucha contra el capitalismo opresor. Ésta, sin embargo, parece ser que hace lo contrario. En concreto, en la última huelga general, formando parte de un "piquete informativo" de alrededor de ¡100! personas, se desplazaron a la estación intermodal para "informar" a los trabajadores (conductores de autobuses, trenes, metro,..) de que había huelga y de los motivos de la misma. Uno de los trabajadores que quería trabajar con el mismo, o más, derecho que los huelguistas, hizo caso omiso a la informaciones de un  piquete de un centenar de personas y ello dio como resultado la rotura de la luna del autobús y una denuncia del conductor por coacciones (sí, por coacciones, no por "informaciones") que ha llevado a la Fiscalía a imputar a esta señorita y a solicitar para ella cuatro años y medio de cárcel.
Esta historia demuestra, entre otras cosas, que los sindicalistas son bastante torpes y cortitos de mollera, porque si después de los anuncios que llevaban un mes haciendo sobre la huelga, de sus carteles, apariciones en los medios, mítines, etc., aún  tienen que acudir personalmente el día de la huelga a "informar" a los trabajadores de los motivos de la misma es que no saben comunicar ni convencer. Si además, no basta con enviar tres o cuatro que hablen bien (difícil tarea en estas personas de mente limitada) sino que tienen que ir 100 personas a explicarlo, peor me lo pones.
He sido sindicalista durante muchos años. Nunca he estado liberado. No abogo por la desaparición de los sindicatos. Solo lo hago por la desaparición de "estos sindicatos", incluyendo a otros más pequeños y/o su transformación en organizaciones acordes a los tiempos y circunstancias que vivimos, porque, recordemos a Ortega: "Yo soy yo y mis circunstancias".

SALUDOS

No hay comentarios:

Publicar un comentario