Antes quiero decir que no todos los que van contra la actual constitución pueden considerarse fuerzas del mal, pero todas las fuerzas del mal que existen hoy en España, como los nacionalismo centrífugos y las izquierdas más radicales, están por esa labor.
Henry Kamen publicó un artículo en febrero de 2015 titulado "La falacia de una reforma constitucional" en el que comienza explicando lo aburrido que resulta oír hablar de constitución al contrario que de otros temas como libertad o independencia que excitan mucho más la imaginación y acaparan la atención de los oyentes. Aunque más abajo os pondré el enlace para que, si queréis, leáis el artículo completo, voy a ir metiendo frases y párrafos del mismo que me parecen especialmente acertados.
En España, ser español es de fachas. Así de sencillo. Por eso, pensar en nuestro país, a día de hoy, en una reforma constitucional es una falacia. Es verdad que nuestra Constitución puede hallarse obsoleta respecto de las realidades políticas, sociales, económicas en las que vivimos en la actualidad y también es verdad que una Constitución no puede ser utilizada como pegamento para cohesionar una sociedad dividida y menos como arma arrojadiza o freno para controlar ciertas reivindicaciones más o menos legítimas. Pero antes de entregarse a una reforma ha de existir un consenso sobre lo que se quiere, se pretende y se busca, así como sobre la manera de conseguirlo, y ese consenso, al contrario que en en 1978, no existe. Por otra parte no se trataría de reformar en base a lo que piensan los políticos y luego que la refrende el pueblo mediante un referéndum de opinión, sino que la consulta debería hacerse antes de acometer la reforma y crear un nuevo documento para ver si las condiciones son las apropiadas para embarcarse en esa tarea.
Si no hay conciencia de nación unida, orgullo de pertenencia y de compartir orígenes, valores y aspiraciones no es posible reformar una constitución ni, por supuesto, edificar una nueva. La otra cara de la moneda es que según nos muestra la realidad, ninguna constitución puede crear por sí sola esos sentimientos. Ni siquiera una constitución catalana porque los catalanes, menos aún que el conjunto de España, sí que no tienen las características de nación unida.
El enlace al artículo es el siguiente:
http://www.elmundo.es/opinion/2015/02/11/54dbb271ca4741f77f8b4573.html
Hablando de las posibles reformas de la constitución, hay otros aspectos muy importantes a tener en cuenta. En un debate sobre la posible reforma de la constitución celebrado el pasado año por su 36 cumpleaños, moderado por Victoria Prego y en el que participaron expertos juristas españoles de todos los colores, se dice lo siguiente: "Cuanto más se recentralice mejor. Porque lo que ha habido es una feria de abandono de competencias y potestades por parte del Estado en todos los terrenos" (José Ramón Parada Vázquez, catedrático de derecho Administrativo en varias universidades españolas), Pero no es eso lo que me interesa, aunque también. Me interesa más lo que dice Santiago Muñoz Machado, catedrático de Administrativo en la Complutense y miembro de la RAE: "La Constitución se ha modificado muchísimas veces desde 1978. Se ha modificado precisamente por no ajustarla a la situación. Se ha modificado todas las veces que los gobiernos no han impugnado leyes evidentemente inconstitucionales porque necesitaba a las minorías nacionalistas para sacar adelante sus presupuestos; se ha modificado todas las veces que, estando impugnadas leyes manifiestamente inconstitucionales, se han retirado los recursos del Tribunal Constitucional; se ha modificado tantas veces como, impugnada una ley, ha tardado el TC ocho años en resolver el recurso, porque durante todo el tiempo que ese fallo ha tardado ha prevalecido una ley inconstitucional sobre la Constitución. En la cuestión de las competencias, lo más grave es que a estas alturas no sepamos qué es una competencia exclusiva del Estado. Esta definición falta en la Constitución. Y, detrás de eso, todo el sistema se tambalea. El Tribunal Constitucional sentó la doctrina de que no pasa nada si un estatuto de autonomía llama exclusiva a una competencia de la comunidad autónoma que la Constitución dice que es exclusiva del Estado. Y concluyó que cuando eso ocurre las competencias tienden a ser concurrentes. Es decir, que convirtió competencias que son exclusivas del Estado en concurrentes. Ese día se cargó el sistema. Un estatuto autonómico no puede calificar como exclusiva una competencia que también es exclusiva del Estado; el TC tendría que haberlo anulado. Pero como nadie impugnó los estatutos, así se quedaron. ¿Qué hacer ahora con las competencias? En efecto, convendría que la Constitución contuviera la lista de competencias del Estado y lo demás podrían asumirlo las comunidades autónomas. ¿Más o menos competencias que las que ahora hay? Con la experiencia sabemos que hay cosas que recentralizar. Convendría que el Estado tuviera más atribuciones en materia económica, en organización territorial (local, por ejemplo) o en materia educativa. Pero en ocasiones las competencias están en la Constitución y lo que ha hecho el legislador estatal es dejación de su ejercicio. En Educación, en Sanidad…"
No cabe explicar nada más, si acaso reafirmarlo.
La Constitución está siendo inclumplida cada día en multitud de ocasiones y lugares de España. Todo el desafío catalán es, de hecho, una reforma constitucional porque nadie quiere cometer el error político de enfrentarse a una gente que se subleva contra los principios más elementales y básicos de la misma:
La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado.
El castellano es la lengua española oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla. Las demás lenguas españolas serán también oficiales en las respectivas Comunidades Autónomas de acuerdo con sus Estatutos. La bandera de España está formada por tres franjas horizontales, roja, amarilla y roja.
Y, siguiendo con el tema, nos metemos en los derechos que consagra dicha ley y que ya repasamos hace unos días: derecho al trabajo y a la libre elección de profesión con una remuneración suficiente. Jejeje. Derecho a una vivienda digna. Jejeje. Derecho a la enseñanza gratuita. Jejeje. Derecho a la risa más que nada, que eso es algo que nadie nos puede quitar. Porque hasta con el derecho de igualdad nos podemos descojonar. Dice la Constitución en su artículo 14: "Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social." Y yo ahora os pongo un artículo periodístico que viene a demostrar la realidad de la vida misma al tiempo que echa por tierra ese derecho. Lo firma el periodista Pedro Simón y va de eso, de la igualdad ante la ley. El título es ""Espe" y usted":
Si usted -que no es nadie del otro mundo- se hubiera dado a la fuga arrollando a un agente, habría sido detenido y encerrado en comisaría, donde le habrían quitado los cordones y el cinturón y donde le habrían dado una suite de celebrity: una plancha de cemento para dormir y un bocadillo por toda cena.
Si usted -que no es candidato ni a presidir la comunidad de vecinos- hubiese lesionado al policía, y fruto de su arrebato le hubiera provocado un ataque de ansiedad, y no hubiera parado ni aunque le hubiesen dado el alto en una persecución de película; entonces usted habría conocido también al día siguiente las mazmorras de Plaza de Castilla, donde habría compartido espacio con una veintena de detenidos y donde las deposiciones se hacen en un mismo agujero.
Si usted -que no tiene apellido largo sino sueldo corto- acusara a los agentes de mentir, y hubiese puesto en duda su profesionalidad en los medios, y hubiera mantenido su versión con la altanería de un marquesito de latifundio; entonces habría sido acusado de un delito de atentado a la autoridad penado hasta con cuatro años de cárcel y no de una falta de desobediencia que se saldará con multa.
Porque usted no es grande de España, por mucho que se ponga de puntillas. Sino pequeñito de 1,65.
Decir que los ciudadanos somos iguales ante la ley es como decir que el nuevo director del periódico nos quiere a todos lo mismo. Un punto de partida equivocado.
Así que todos estos años España no sólo ha sido una cleptocracia ("que viene Papá Nöel"), no sólo ha sido una timba de tahúres de trago largo, no sólo ha sido una yinkana de comisionistas y máquinas trituradoras de papel, no sólo ha sido un The wire de teléfonos pinchados y esquinas mordidas. Sino también una unidad de destino en la impunidad.
Que Esperanza Aguirre y usted no son la misma cosa -que no son jodidamente iguales ante la Justicia- lo explicó mejor que nadie Anatole France: "La ley, en su majestuosa igualdad, prohíbe tanto a los ricos como a los pobres dormir bajo los puentes, mendigar en las calles y robar pan"
Y, finalizando, resumiremos si es que es posible. No estoy por el derribo. Y menos en las circunstancias en que nos encontramos. Soy partidario de una reforma en la que, por mí, podíamos echar hasta al rey, pero como dice Jose Mota: "hoy no, mañana".
En España, el domingo se modificaron las condiciones iniciales en ayuntamientos y autonomías y nadie sabe qué puede pasar. La fragmentación que han sufrido las ágoras de la política más cercana al ciudadano puede dar miedo, pero también es un signo de que algo se mueve y de que las cosas no siempre han de ser como habían sido hasta ahora. Es una oportunidad de cambio que no debemos desaprovechar. Oportunidad de cambio para todo aquel que no se llame Rajoy, pues es tan corto que parece no haber entendido nada.
SALUDOS
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