VIAJAR EN AVIÓN

Últimamente viajar en avión da un poco de reparo. Y no me refiero a los desorbitados precios de los billetes (que también), ni al hecho de que por un mismo trayecto haya una diferencia abismal entre el precio de un asiento y del que está justo al lado, ni a las incomodidades del embarque (cola, identificación, facturación, disputa por si el equipaje pesa 100 gramos de más, nueva cola, "striptease" casi integral y, a veces, tocada de huevos, vestirse, nueva cola, identificación junto a, en algunos casos, certificado de residente y tarjeta de embarque en la boca, nueva cola, pelea por colocar una maletilla de mierda con la señora que lleva dos bolsos más el de mano y siete ensaimadas,...), ni a las incomodidades del vuelo (asientos con espacio delantero sumamente reducido y con previsión, en algunas aerolíneas de volar semisentado; mucho calor o mucho frío; teléfonos ajenos anunciando que ya salen y que ya llegan, ....), ni a las de la salida del avión y recogida del equipaje (el de la última fila que quiere salir el primero y te descarga su maleta sobre la cabeza, los que se duermen bajando la maleta sin dejar pasar a los demás, la caminata por el aeropuerto, la espera de las maletas facturadas y tantas veces rotas o extraviadas...).
Si a eso le sumamos que los aeopuertos están lejos de las ciudades y que por eso te clavan en el taxi un pastón (además del suplemento de aeropuerto y por bulto que transportes); que algunos taxistas te llaman de todo o no quieren atenderte si la carrera que han de hacer se les antoja corta y, por tanto, poco rentable para su tiempo; que el precio del taxi a veces puede superar al del propio billete de avión; que los precios del metro y /o autobús son bastante elevados y sólo son interesantes a nivel individual; que el tiempo con el que tienes que presentarte en el aeropuerto y los más que presumibles retrasos alargan, al menos, dos horas más el tiempo del viaje y que ya no dan ni agua en el avión, utilizar este medio de transporte pudiendo evitarlo no tiene ningún sentido.

Hoy en día, utilizar el avión para ir, por ejemplo, de Madrid a Zaragoza, Valencia, Sevilla, incluso Barcelona, es de bobos. En el AVE haces el mismo trayecto sin tener que llegar hora y media antes, el tren sale y llega al centro de la ciudad, los asientos son más espaciosos, puedes levantarte e ir al bar cuando quieras, ves el paisaje (muy rápido, eso sí), no has de esperar equipaje, no tienes que quitarte los zapatos y el cinturón ni ser sometido a chequeo integral con tocada de huevos (o tetas, en su caso) y, precio por precio, es más económico porque ya de entrada te ahorras el transporte al y desde el aeropuerto al centro. Porque luego están los listos, esos taxistas que te preguntan:"¿por dónde vamos?", y si no eres de la ciudad estás en sus manos. También, si conoces la ciudad de destino puedes decirle: "de Barajas a Madrid pasando por Toledo y además por autopistas de peaje", ¡no te jode!.
Aparte de todas estas incidencias (más bien inclemencias) del viaje,  está también el hecho de la posible aerofobia o miedo a volar (en avión, se entiende) mucho más frecuente de lo que la gente cree pues, según dicen, afecta a uno de cada tres pasajeros, aunque algunas otras fuentes lo rebajan a uno de cada cuatro, lo que, en cualquier caso, es mucho pues significa que en un avión Airbus 320 con unos 180 asientos, estadísticamente hay al menos 45 personas con este problema psicológico. Esta fobia puede darse por sí sola o combinarse con otras como la claustrofobia (miedo a espacios cerrados) y la acrofobia (miedo a las alturas), pero siempre produce una serie de síntomas que han sido descritos por los expertos: ansiedad, taquicardia, suspiros, ahogos, sudoración, mareos, boca seca, sensación de despersonalización, inquietud, desasosiego, turbación, aceleración, sensación de falta de aire, diarreas, vómitos, temblor...
Para superar esta fobia específica (al igual que para la claustro-, acro- y muchas otras fobias) altamente incapacitante para quien la sufre, existen cursos de superación con bastante éxito impartidos por psicólogos y diverso personal de vuelo (comandantes y auxiliares). Y más nos vale que se pueda superar porque, si no, cualquier viaje en avión podría ser como una ruleta rusa si juntamos el malestar de los pasos dados (citados sucintamente más arriba) desde que se sale de casa hasta que uno se "acomoda" (es un decir) en un asiento estrecho al lado de un(a) tipo(a) que no saluda y que además huele a sobaco, con los posibles riesgos de que más de 40 aerófobos estén encerrados contigo en un lugar tan pequeño. Ya basta con tantas señoras del Imserso (no sé si aún se llama así) que se pasan el vuelo santiguándose y rezando y dando algun gritito o suspiro en caso de cualquier movimiento de la aeronave o un viaje con la animosa de mi suegra, que no le importa que el avión se caiga si en él vamos toda la familia.
Y la verdad es que llevamos una temporada nefasta, más o menos desde que un avión de Air France desapareció sobre el océano Atlántico en el trayecto entre Brasil y Francia con más de 200 pasajeros y 12 tripulantes en 2009. Ese año hubo cuatro accidentes más, con un total de más de 400 muertos. En 2014 un avion malayo con 240 personas desapareció en el Índico y aún no se sabe nada de él. Poco despues otro avión de la misma compañía fue derribado en Ucrania por culpa de Putin, y un avión español, con pasaje africano, cayó en Mali a causa de una tormenta con 116 muertos, siendo los seis tripulantes españoles.
No es por meter miedo, porque el transporte aéreo sigue siendo, dicen, el más seguro de los medios de desplazamiento si se tiene en cuenta el número de pasajeros y la distancia recorrida. Dice la "wiki" que "por cada mil millones de kilómetros recorridos, los trenes tienen una tasa de fatalidad 12 veces mayor que el transporte aéreo, y los automóviles de 62 veces mayor en comparación; por otra parte, por cada mil millones de viajes realizados, los autobuses son la forma más segura de viajar. La última muestra de esta estadística revela que el número de víctimas fatales en relación a la cantidad de pasajeros, es tres veces más peligrosa en transporte aéreo que en automóvil, y cerca de treinta véces más peligrosa que un autobús". Hay otra estadística que dice que los que viajan en la parte trasera del avión tienen un 40% más de probabilidades de salvarse que el resto de pasajeros por lo que no debemos mosquearnos cuando nos den una plaza trasera a pesar de que salgamos los últimos.
Yo, de hecho, siempre que puedo elijo el 23-F, más que nada por que esa fecha, en la historia de España, siempre me ha subyugado por lo que desconocemos de lo que ese día sucedió real-mente.
Unas veces los accidentes pueden derivar de las condiciones del avión. Recuerdo un viaje familiar a Túnez donde no se cerraban, o se abrían solos, los cierres de los compartimentos de equipaje y algunos asientos se reclinaban solos sin necesidad de pulsar el pertinente botón. El avión era tunecino y el viaje organizado no era caro así que a tragar. Se han visto casos en Marruecos de pasajeros empujando el avión para ponerlo en pista. En Rusia es habitual que, tras haber pagado el correspondiente billete, te soliciten en el propio aeropuerto, antes de embarcar, dinero para cargar combustible. Son cosas que no deberían pasar, pero pasan, sobre todo en los paises tercermundistas, con especial intensidad en el mundo islámico, donde el atraso técnico, material, social, y cultural es invencible.
¿Dónde si no podría pasar que se presentaran a rescatar a los espeleólogos españoles dos tipejos enjutos de la gendarmería marroquí  con una camilla y una cuerda de tender ropa ocasionando que uno de ellos muriera tras haber renunciado a la ayuda ofrecida por especialistas españoles que, finalmente, tuvieron que efectuar el rescate?. Pero esto, además de un homicidio por imprudencia (o por soberbia) es otra historia.
Otras veces los accidentes de los aviones derivan directamente de las condiciones de quienes los manejan (pilotos y copilotos). Hay una película relativamente reciente The Flight ("El Vuelo", 2012) en la que Denzel Washington interpreta a un piloto que, para evitar la caída en picado, decide volar con el avión ¡invertido! hasta que logra ejecutar un aterrizaje forzoso en un campo despejado. La noche previa es una noche de órdago para el piloto y la sobrecargo: sexo, drogas, alcohol, ...Incluso durante el vuelo, el piloto se toma una copita de vodka para entonarse un poco. En la peli, al final evita una catástrofe pero a causa de sus muchas adicciones acaba siendo condenado a prisión. Yo no digo que todos los pilotos sean así, pero siempre han tenido fama de juerguistas en su más amplia acepción. Que si el stress, que si la responsabilidad, que si los cambios horarios y el "jet lag", ..., siempre ha habido razones para tomarse una copa (o varias) y relajarse después o antes de iniciar el trabajo. Por cierto ¿pasan controles antidoping por sorpresa como los deportistas?.
 La consideración de ser responsables de las vidas de las decenas de personas que trasladan la han utilizado para convertirse en unos privilegiados en el aspecto laboral y económico, además de ligar más que ningún otro colectivo, según dicen.
Otra película protagonizada por Leonardo di Caprio y Tom Hanks ("Atrápame si puedes", 2002) muestra, basándose en una historia real, cómo un fulano (di Caprio) sin oficio ni beneficio se hace pasar por piloto, dedicándose a estafar a todo el que pilla en su camino por el sólo hecho de vestir un uniforme de la desaparecida aerolínea Pan Am. Tom Hanks es el policía (FBI) que le persigue en su endiablada carrera delictiva y que, finalmente, logra atraparlo. Era la época dorada de la aviación, los años 60 y un piloto, incluso una azafata, eran vistos como deidades.
La primera crisis del petróleo, en 1973, y las sucesivas, así como posteriores avatares hicieron que muchas aerolíneas poderosas desaparecieran (PanAm, TWA,...) y que estos empleados aéreos comenzaran a bajar de las nubes, limitando sus privilegios, sus sueldos y sus dietas. Los problemas de la española Iberia (actualmente dentro de IAG, donde British se come la chicha magra) vienen, en bastante medida, de ese tema. Pocas horas de vuelo, sueldos de 10 o 12 mil euros al mes, escasa productividad, dietas fastuosas para alojarse en los mejores hoteles a cuerpo de rey, viajes gratuitos para trabajadores y familiares, ... , han hecho a las empresas de aviación reconsiderar sus cuentas y apretar el cinturón a sus empleados. Resultado: huelgas salvajes que han llevado a muchas al borde de la desaparición (Iberia, sin ir más lejos) que han sido contrarrestadas por la aparición de aerolíneas "low cost" independientes (Ryannair, Easyjet,...) donde los pilotos y el resto del personal de vuelo, así como los pasajeros, son casi explotados y, finalmente, la creación por las empresas de bandera de sus propias "low cost" (Vueling, Iberia Express, Germanwings,...), donde empieza a imponerse la cordura en cuanto a salarios y en cuanto a productividad, eficacia, eficiencia y puntualidad.
Dicen que hay una sobreproducción de pilotos y que de eso se aprovechan las compañías para ajustar al máximo sus salarios. Dicen que Ryannair subasta los sueldos a los aspirantes a trabajar en ella, es decir, partiendo de un salario mínimo va ascendiéndolo hasta llegar un momento en que uno de los aspirantes lo acepta y, a partir de ese momento, o los demás tragan o no trabajan. Dicen que los actuales pilotos saben muchos de simuladores pero poco de aviones reales. Dicen que debido a su superávit deben buscarse las habichuelas fuera de sus países, en destinos exóticos: Turkmenistán, Indonesia, Uzbekistán, Laos... y, los que tienen más suerte o más experiencia en los emiratos o paises del golfo pérsico.
La cuestión es que, según parece, casi cualquiera que disponga de tiempo y dinero puede sacarse la licencia de piloto y que, una vez obtenida, los controles sobre sus estado físico y psíquico no son excesivamente exigentes. Y así nos va.

El caso del avión de Germanwings, donde parece seguro que el suicido del copiloto tuvo unos "daños colaterales" (en argot militar) de 150 personas más, pone los pelos de punta si pensamos en manos de quién podemos estar cuando nos hallamos a 10 kilómetros de altura. Y más aún sabiendo que dos horas antes había hecho el trayecto desde Düsseldorf a Barcelona de vacío, momento que hubiera sido más propicio para su suicidio pues"sólo" hubiera producido unos daños colaterales de 6 personas, los tripulantes del avión.
Y aquí es donde quería llegar. Ya sé que he tardado, de hecho cada vez tardo más en llegar a lo que me interesa contar, pero tenéis que reconocer (a los dos o tres lectores habituales me refiero) que las introducciones están bastante curradas.

Lo que a mí me da vueltas en la cabeza es que tantas personas murieron porque el piloto fue a mear. ¿Qué debió pasar por la mente del piloto cuando vió que, por ir él al baño, un loco hijodeputa, el copiloto Andreas Lubitz, iba a estrellar el avión y matar a todos los que volaban en él? ¿Cuántas veces se arrepentiría en esos 10/15 minutos de caida en picado de no haber meado antes o de no haber aguantado hasta el aeropuerto de destino?, ¿o realmente, como dicen ahora, el copiloto le hizo tomar subrepticiamente algún depurativo intestinal?. Os parecerá broma, pero no se me va de la cabeza. ¡Ciento cincuenta muertos por una meada/cagada!.
La vida es "asín", que decía el torero, y muchas veces, más veces de las que podemos imaginar, la muerte nos acecha y nos alcanza donde y cuando menos lo esperamos. Siempre podemos encontrarnos un descerebrado que acabe con nuestros días de la manera más absurda y no podemos hacer nada por evitarlo. Una meada (o cagada) se traduce en 150 muertos de distinta condición y origen porque un subnormal decide suicidarse con el pasaje a cuestas. Absurdo. Muy absurdo, tan absurdo como el último muerto de una guerra, pero real como la vida misma.

No obstante hay muertes que se pueden evitar. Por ejemplo, en las noches de guerra, cuando aún no estaba mal visto fumar, dicen los expertos que no se debía encender más de dos cigarrillos en un mismo acto con el mismo mechero o cerilla. La razón estriba en que los francotiradores enemigos ven la luz que enciende el primer pitillo, se ubica y hace sus cálculos con quien enciende el segundo y dispara, con funestos resultados, al tercero que enciende su cigarro.
Quizá también en el caso del avión de Germanwings podría haberse evitado la catástrofe. En el vuelo hacia Barcelona para cargar el pasaje el piloto no tuvo necesidad de abandonar la cabina, pero sí en el trayecto de vuelta. Quizá la tragedia se hubiera evitado si hubiera seguido el consejo que dan todas las madres (y suegras): salir de casa comido, bebido, meado y cagado. Quizá si se hubiera aguantado las ganas sería otro el resultado, aunque le podía haber pasado lo del dicho español: "A buena hora cagó Lucas. Cagó después de muerto y se murió por no cagar"

Pero eso nadie lo sabe.
Y a mí no se me va de la cabeza.


SALUDOS


P.S. El primero de los relatos de la excelente película argentina "Relatos salvajes" va de un piloto que consigue meter en un avión a todas las personas que le putearon durante su tierna infancia, complicada adolescencia y jodida juventud, sin que sepan que lo que tienen en común es el odio que hacia ellos siente quien maneja el avión. Y los estrella, para más inri (que no es una marca de crucifijos), contra la casa donde viven sus padres a los que no pudo embarcar en ese avión.
La película, que optó al Oscar de mejor film extranjero, está teniendo enorme éxito en EE.UU. sobre todo a partir del "accidente" del avión alemán.
Os recuerdo también que "relatos salvajes" es el título de uno de mis blogs, por cierto uno de los más visitados ya que, aunque me esté mal el decirlo, está muy logrado.